Es difícil poner títulos a los discos, pero al final la verdad es mejor que cualquier rebuscamiento. Guiso es uno de los nombres persistentes entre esa generación de grupos de guitarras que desde el subsuelo chileno salieron a renovar el rock desde el año 2000 en adelante. Sus discos iniciales, Sintonizar el ruido (2002) y El sonido (2004) describieron una evolución lógica, de ruido a sonido, pero es aquí donde el grupo se aparta por primera vez del avance en línea recta de los dos anteriores, y donde además de cambiar el rumbo lo multiplica. No sólo es el mejor disco que han hecho; también es el más importante hasta ahora.
Muchas de éstas siguen siendo canciones rockeras, como esas dobles combinaciones entre "La maldición" y "Quise a Boogie", o entre "En el camino" y "Todavía es muy tarde". Dos veces en el disco está el mismo efecto: Guiso primero prende el motor, que ya es bueno, y luego hunde el acelerador, que es mejor. El sonido sí es distinto. Las guitarras no siempre están tan fuertes como antes, tratadas de otro modo, menos ruidosas, y en ese sentido el lugar común de la palabra "rocanrol" aquí sí tiene sentido: estas guitarras suenan como el primer rock and roll, el que tocaban y bailaban en los '50, en la vieja escuela de conectarse casi sin efectos al puro amplificador. Por contraste queda más claro, cuando suena "Todavía es muy tarde", donde hasta el bajo parece cargado de distorsión, y es la excepción demoledora de este disco.
Guiso sigue desplegado entre dos guitarras en manos de Perrosky y Álvaro Guerra, siempre una a cada lado y sustentadas en un bajo macizo. En especial es Álvaro Gómez el que avanza en su instrumento, y hoy ya no deja en paz ninguno de los tambores de la batería a punta de redobles y quiebres. La bajista Bernardita Martínez ahora canta, y ése es otro progreso cuando en la voz sola que hace en "En el camino" se pueden adivinar el ceño fruncido y las palabras mordidas, y otra novedad son sus dúos con Guerra, agitados si hace falta, pero también muy quietos llegado el caso, porque ésa es la tercera noticia en la misma frase: la primera canción íntima de la historia de Guiso también está aquí y se llama "Violeta". Y a partir de ahí se consolida lo mejor que tiene este disco en cuanto a producción.
"Violeta" es lenta, está tocada con guitarras acústicas y se dispara en una dirección insospechada no sólo por sus voces de hombre y mujer, sino también por la mandolina y el acordéon que vienen a tocar dos músicos de la hermana banda argentina Los Alamos. Y las dos canciones finales son de más largo aliento. Si poco antes en "La intención" ya se escuchan bronces, "Tsunami" termina con unos elásticos minutos de fiesta entre palmas, trompeta y saxo. Y "Más allá" parte con un ambicioso efecto de sonido para internarse en una batería pesada y un fuego cruzado de guitarras definitivo. Tres canciones, tres direcciones, tres asaltos. Por primera vez en siete años este grupo está en un lugar así de múltiple, y de paso confirma que todos sus títulos han sido verdaderos. Primero fue el ruido. Luego vino el sonido. Y hoy Guiso es más difícil de encasillar con facilidad.