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La radiolina

08 de Septiembre de 2007 | 00:54 |
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Los vientos que llegan desde Washington D.C. hacen llorar a Manu Chao. "Infinita tristeza / Lloré y lloré y lloré...", canta el ex Mano Negra en el ska que le ha preparado a George W. Bush, "Tristeza maleza". El contenido del tema podría ser el esperable en el más reciente disco de quien suficientes pruebas ha dado ya sobre su inquietud política y mirada global. Pero se nos olvida que a Bush suele atacársele desde frentes más ideológicos o argumentativos, porque pocas voces públicas han levantado hasta ahora un alegato desde la emoción a lo que la Casa Blanca está haciendo con el mundo. Manu Chao elige callarse las proclamas retóricas y simplemente compartir la tristeza espontánea que le causa ver "tu sangre en la pared". Qué otra cosa, sino llorar y llorar.

Pocos cantautores contemporáneos cargan con la cantidad de prejuicios que Manu Chao se lleva desde Europa a América del Sur, y luego a África y el Caribe. Su incansable nomadismo y ávido consumo de la información internacional (esperable en el hijo de uno de los periodistas más conocidos de Francia) son para algunos la hiperkinesis del europeo culposo y sin conciencia sobre la complejidad intrínseca a la economía. A la vez, a varios de sus seguidores parece no importarles lo que este cantautor y hábil arreglador musical tenga que decir sobre música. En su mente poblada de caricaturas, el rostro de Chao se funde con el de su panteón personal de héroes que no cantan ni tocan guitarra pero vaya cuánto tienen que decir contra el imperialismo.

Qué aburrido. Invitamos a escuchar La radiolina como el disco de un melodista fresco, delicado en su combinación de códigos musicales mediterráneos, caribeños y africanos, y al que tanto le importa la guerra en Irak como la situación sentimental del hombre recién abandonado por una mujer egoísta. Los 21 títulos políglotas avanzan como uno solo y hasta se confunden entre sí, confirmando la impresión del crítico Luis Hidalgo en el diario español El País: "Da la sensación de que Manu Chao sólo ha compuesto una canción a lo largo de su vida, una canción sin fin a la que va añadiendo trozos a medida que compone nuevos títulos".

Estadísticamente, este es un álbum en el que las alusiones políticas distan de ser prioritarias: junto a "Politik kills", "Rainin in paradize", "Panik panik" y la citada "Tristeza maleza" se acomodan temas de mayor diversidad temática: ingeniosas postales sobre las relaciones de pareja ("Toda Siberia entre tú y yo", ilustra en "Siberia"), saludos a los héroes ("Si yo fuera Maradona..." es el sueño detallado en "La vida es una tómbola") y los vigentes ideales ("Otro mundo", "Mundorevés"), además de varios breves instrumentales. Hay un tema central en el disco, pero es probablemente la desolación del hombre medio ante fuerzas que ya no domina ni lo benefician, y que lo dejan confundido en una soledad angustiante, irremontable, hambrienta. De eso hablan "13 días", "Mamá cuchara", "El hoyo", "Mundorevés", "Me llaman calle" y "Mala fama", sintetizado todo ello en el tema usado como subtítulo del disco: "Y ahora qué".

Esa perplejidad salva siempre la música de Manú Chao de la solemnidad, y a él mismo de un liderazgo ideológico que no busca ni pretende ejercer. Más de lo mismo es una fórmula elogiable cuando de lo anterior habíamos quedado con gusto a poco, y así sea bienvenida esta radiolina, en transmisión ininterrumpida hasta que el mundo se decida al fin a cambiar de frecuencia.

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