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Luna

22 de Septiembre de 2007 | 04:55 |

Los Miserables ya hicieron en un disco reciente su propio documental de los años de Pinochet. La voz del pueblo!! (2005) encerró el doble gesto de grabar versiones de canciones de protesta de la época y ambientarlas con documentos sonoros del mismo tiempo como la cortina musical de "El diario de Cooperativa". Luna es el paso siguiente. Subtitulado "Una historia… de muchas vidas", el décimo disco de la duradera banda de rock y punk santiaguina se vale de una narración de 33 minutos de palabras y música para hacer un retrato de los jóvenes criados bajo dictadura en Chile.

"Música de Oscar Silva, textos de Claudio García & relatos de Carolina Ponce" es el detalle impreso en la carátula. "Texto y relatos" son palabras que sugieren más ambición, y así se escucha este disco. Con voz inconfundible de actriz de teatro, la relatora va desgranando todas las lacras una a una: el golpe de Estado, el secuestro, el exilio, el desarraigo, y también procesos siguientes como el regreso o la militancia en las juventudes políticas. El sonido es rock franco, con baterías en cuatro tiempos marcados, distorsión y acordes de guitarra simples y comunes, pero el sonido es más macizo y hay giros armónicos y melódicos inesperados. Para los estándares duros de Los Miserables, ésta es de la música más elaborada que han hecho.

"No podía mantener música subversiva, no. Los acordes del Quila quedaron en mi mente como la banda sonora de mis recuerdos", es uno de los enunciados, y el Quilapayún de la Cantata Santa María de Iquique (1970) se adivina como una inspiración de este disco, hecho de relatos y canciones intercalados. Pero fieles a su naturaleza, Los Miserables no buscan metáforas. "Mi dolor más profundo en el sótano de mi mente", es otra línea, a propósito de la conocida precaución de enterrar los discos "subversivos" ante el riesgo de los allanamientos militares de la época: ésa sí es una metáfora, y es una excepción. "Cómo duele el destierro, cómo duele la distancia", son los primeros versos de la canción sobre el exilio, y en los parlamentos de la protagonista los asesinatos son asesinatos, las torturas son las torturas y el odio es el odio. Este disco también es un signo. Después de una época en la que el idioma obligado para cantar sobre esto era un lenguaje oblicuo, Luna ejerce el derecho de decir las cosas por su nombre. Y no es la dictadura padecida desde el exilio, que tiene sus propias voces, ni desde las cúpulas. Ésta es la cantata rockera de los comunes y corrientes.

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