SANTIAGO.- "Vine con mi mujer, que es productora de televisión, y caminando por Santiago, que me encanta, hemos dicho '¡mira!, se puede rodar una película con aspecto de París, otra con aspecto de Toronto o de San Francisco'", dice entusiasmado el guionista norteamericano Paul Chitlik, en una pausa dentro de sus extensos días en Chile.
El escritor de series como "La Dimensión Desconocida", "Quién manda a quién" y "La Pequeña Maravilla", sigue viendo cine en todas partes, pese a su ardua labor como jurado en la preselección del concurso de cine de Corfo, que hoy se encuentra en una segunda etapa de revisión de proyectos.
El certamen es el primer eslabón de una cadena que luego incluirá a otros como el Fondart, y hasta él llegan la inmensa mayoría de los proyectos locales en sus primeras etapas. Por ahí han pasado antes cintas como "En la Cama", "Play", "Machuca", "Sexo con amor", "Cachimba" y "Kiltro", por nombrar algunas.
Las que a futuro ocuparán el lugar de éstas, hoy se encuentran dentro de los casi 40 proyectos que Chitlik, junto a los demás jurados, ha leído. El guionista, entonces, se ha dado una alta dosis de cine chileno, estado que le ha reportado una propiedad fuera de dudas para analizarlo.
"Como en todo concurso, he visto trabajos buenos, muchos regulares y otros no tan buenos. Pero los buenos son muy buenos", dice en un castellano enrecortado. "Acabo de hablar con un par de proponentes que tienen un documental sobre un poeta, y lo que más me impresionó fue su pasión por hacer el proyecto. He visto varios con esa pasión, que mezclada con técnica, dará algo muy interesante".
-¿Esa pasión puede relacionarse con las características de nuestro medio, en que hay grandes dificultades para realizar las películas?
-Sí, entonces sólo se hace por personas que tienen esa pasión, lo que es muy importante para un cine como el chileno, que está en su juventud.
-¿En qué se nota ese estado de juventud?
-En los tratamientos, la descripción de lo que se hará. Al verlos, he notado una falta de estructura y conflicto en cada escena, en la descripción del protagonista, que no tenía fallas con las cuales luchar, o en la forma de proponer al antagonista. Faltaba mucho, aunque había una semilla de buenas películas, pero tienen que tener riego. Me gustaría que tantas ideas buenas se realizaran. Yo las iría a ver en Estados Unidos.
-¿Notas un sello de identidad en las historias leídas?
-Sí. Hay algo muy concentrado en lo político y también un poco triste, menos optimista que el cine norteamericano. A nosotros nos gusta el final feliz, a ustedes no tanto. Es importante que los protagonistas lleguen a su meta, aunque se mueran. Puede que se suiciden, y si ésa es su meta el público se irá triste y perturbado, pero satisfecho.
-¿Y ese elemento de satisfacción está en nuestros finales tristes?
-En algunos, pero porque (los directores) no sabían de esa técnica. Esta mañana la planteamos, que el protagonista tenga una meta y llegue a ella. Tendrá barreras para llegar, pero si llega, aunque muera, será una cinta satisfactoria.
-¿Crees que esta tendencia a desviarnos del final feliz puede ser un reflejo de cómo somos, según lo que has conocido de Chile?
-Realmente que no, las personas que he conocido son muy alegres. Creo que (lo de los finales tristes) es porque aún hay una lucha con el tema de la dictadura, que fue muy fuerte. Queda la huella de eso. Yo viví en España, y la guerra civil era un tema de preocupación 30 años después. Eso es lo que puedo ver como extranjero.
-Y además de lo político, ¿qué otras cosas en común viste en los trabajos?
-Mucho de buscar cosas en el pueblo, lo indígena, lo popular, la muerte, la poesía.
-Y a partir de esto, ¿qué proyecciones harías para el cine chileno, dónde lo ves en el futuro?
-Lo veo mejorándose paso a paso, y cuando llegue a su potencial va a ser bastante notable en el mundo.