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Trash yeyé

28 de Septiembre de 2007 | 18:02 |

Se conoció durante los años '60 como chicas yeyé a la serie de beldades francesas que tendió por primera vez un puente entre la poderosa tradición local de la chanson y el rock tipo Beatle que invadía ya no sólo Estados Unidos sino que el mundo entero. Pálidas, delgadas y coquetas, cantantes como Françoise Hardy, France Gall, Jane Birkin y Marie Laforet se entregaron a los brazos de los mejores productores y compositores de la época, dando inicio a un movimiento de melodías pegajosas y arreglos encantadores, que bajo una apariencia liviana guardaba un caudal creativo influyente y disfrutable hasta hoy.

Es comprensible que Benjamin Biolay aluda al yeyé en el título de su nuevo disco. Su mentor e innegable modelo, Serge Gainsbourg —Biolay es al autor de "Je t'aime... moi non plus" algo así como Calamaro es a Bob Dylan—, fue parte sustantiva del pop yeyé, y además la propia aproximación del jovencito a la canción francesa jamás ha pretendido esquivar su admiración por el parámetro pop que aprendió del rock en inglés. De distintas formas y en otros momentos, a Biolay y Gainsbourg los inspira un mismo afán iconoclasta, innovador e integrador; si bien resulta inevitable extrañar en el primero el golpe irrebatible de talento que aún se recibe cada vez que se escucha cualquier grabación del fallecido Serge.

Igual como sucedía en sus anteriores discos solistas —debe recordarse que Biolay cuenta con varias producciones para otros músicos y que su disco más conocido en Chile es, probablemente, el que grabó a dúo junto a su ex esposa, Chiara Mastroianni—, Trash yeyé es un trabajo que se va acomodando en el oído sólo con sucesivas escuchas, más poderoso en los arreglos que en las melodías, y algo distractor en su esfuerzo por llenarnos de ideas con las que el francés pretende evidenciar su inteligencia. Éstas son canciones de crescendos, barrocos arreglos de cuerda y hasta una voz operática que de pronto se cuela entre los instrumentos. Sobre la matriz predecible de la canción rock, Biolay no puede olvidarse de su triple función de autor, cantante y productor, y va levantando con sonidos ambiciosos construcciones musicales que a veces uno se pregunta si no estarían mejor sin tanto maquillaje. Es una opción que no deja de ser atractiva, pero que no es tan representiva del nuevo tipo de pop francés que en las voces de gente como M, Dominique A o Katerine va masificando por Europa su concentración brillante de buen humor y finura. A Biolay, un apellido que aspira sin pudores a la gloria, se hace inevitable escucharlo como a un autor cerebral; que, en el caso del pop, no es siempre una buena palabra.

—Cristina Hynde

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