El magistral director Víctor Pablo Pérez.
El MercurioEl último día de septiembre debutó en el Teatro Municipal de Santiago la Orquesta Sinfónica de Galicia, que dirige Víctor Pablo Pérez. Es dueña de un excelente y sólido sonido y está formada por una gran cantidad de músicos provenientes de diversos países de la Comunidad Europea de Naciones. No obstante lo anterior, podemos afirmar que su director ha logrado darle un sonido distintivo.
El programa escogido estuvo centrado exclusivamente en obras de Johannes Brahms. El hermoso y bastante difícil “Concierto para violín y orquesta en Re mayor, Op. 77” abrió la presentación y tuvo como solista al lituano Julian Rachlin. Es un joven intérprete, dueño de una técnica muy depurada que complementa con un hermoso y potente sonido.
Lo primero que destacaremos es la total sintonía entre el director Víctor Pablo Pérez y Rachlin, lo que se traduce en espléndidos diálogos entre la orquesta y el violín, con fraseos y articulaciones coherentes que en todo momento conservan el balance perfecto. Así permite escuchar nítidamente todos los entramados polifónicos que aporta la orquestación de Brahms.
En la cadenza del primer movimiento, Rachlin dio muestras de derroche técnico y musicalidad, “cantando” cada una de las voces en las dobles cuerdas. Luego, el sereno y hermoso sonido del oboe dio inicio al segundo movimiento, al que luego se agregaron el resto de las maderas, mostrando una gran musicalidad como base para la melancólica melodía del violín. En adelante, en una cuidadosa progresión dinámica y dramática, el desarrollo continuó en forma expresiva y conmovedora.
El movimiento final confirmó el enfoque de director y solista para una versión de gran virilidad y fuerza. Aquí el sonido de la orquesta fue más poderoso. Y fue evidente la perfecta complicidad entre solista y orquesta, mostrando un juego de intencionalidades de profunda expresividad.
Cada cambio de tempi, así como el acelerando final, cerraron el círculo, de una brillante interpretación.
La “Sinfonía N° 4 en Mi menor, Op. 98”, también de Brahms, cerró la velada. En ella fue posible apreciar las cualidades sonoras de cada una de las familias, así como de algunos de los solistas de fila.
El ajustado estilo del director se apreció desde el primer tema, en el que destacó una articulación en los violines. Esto revitalizó su enfoque para este movimiento, que fue lírico y cantábile, y en el no podemos olvidar las frases de chelos con el corno.
El hermoso sonido de los vientos en el diálogo del inicio del segundo movimiento, con el pizzicato de las cuerdas, fue poético y de gran belleza. En el desarrollo posterior del movimiento se destacaron los contrastes dinámicos. El tercero, lo calificamos de enérgico, al tiempo que cantábile.
Luego del comienzo severo y dramático del cuarto y último movimiento, fuimos llevados por la orquesta hasta los líricos y brillantes contrastes. Luego, la sección central lenta permitió el lucimiento de varios instrumentos: la musicalidad de la flauta, clarinete y el oboe, así como el hermoso sonido del los bronces.
Al retomar el tema inicial, que conduce al brillante final, apreciamos toda una genial gama de matices en la poderosa progresión con que concluye. Las enormes y largas ovaciones obligó a la orquesta a regalar tres encores, de enorme calidad, que sólo ratificaron cada uno de los valores antes expuestos por esta Orquesta Sinfónica de Galicia.