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In rainbows

12 de Octubre de 2007 | 17:07 |
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Un disco nunca es sólo un disco. En el peor de los casos, su apuesta busca un lucro rápido poniendo a prueba los escrúpulos del mercado musical; en el mejor, su contenido actúa a la vez de manifiesto, capaz de alterar para siempre el cauce de un sector social. Radiohead fue siempre un grupo consciente de los alcances infinitos del rock trabajado desde la inteligencia y la sutil subversión. Sus letras, sus videos, sus entrevistas han sido, desde la fama que les dio "Creep", la plataforma para una reflexión más amplia sobre nuestro tiempo y su relación con la expresión creativa. El comentado experimento comercial que sustenta In rainbows debe verse como parte de esa misma admirable autonomía. La banda se ha saltado esta vez los intermediarios de la venta de discos (las diez canciones se bajan de su sitio web por un monto de pago voluntario) como antes se saltó los cientos de clichés que definen al éxito rockero. Sólo por esa vocación de disidencia, Radiohead es una banda ineludible para comprender qué está pasando hoy con la música popular.

Comentaríamos In rainbows aunque fuese un disco decepcionante. Su puro sistema de venta estará entre las noticias del año. "Si el mejor grupo del mundo no quiere trabajar con nosotros, qué queda para el resto", le dijo un ejecutivo disquero a la revista "Time". Tiemblan los grandes sellos y su abusivo sistema de regalías. Tiemblan las disquerías y su falta de especialización. Y, sí: tiemblan también los fans con un álbum que nos llegó por mail y que ha resultado ser emocionante, profundo, lleno de ideas, además devolviendo a la banda al cauce cancionístico del que se habían desviado en esta década. Hace al menos siete años que Radiohead no componía piezas así de asibles, pues los experimentos de Amnesiac (2001) y Hail to the thief (2003) dejaron parcialmente perplejos a quienes seguíamos con ellos una pauta más o menos enmarcable en la tradición eléctrica británica.

Por otro lado, eran desvíos comprensibles en un grupo que escuchó en algún momento con espanto los calificativos de "nuevos U2". El rock de estadios nunca ha sido la meta profesional de los de Oxford, y con todo lo envolvente que a veces nos parece In rainbows, sigue siendo un trabajo de varias capas, que va develando sorpresas con cada nueva escucha. Entre éstas, por favor pongan atención a las percusiones, a veces eléctricas y otras salidas de instrumentos imposibles de identificar.

¿Triste como The bends? ¿Político como OK computer? In rainbows tiene algo de esas dos preciosuras de discos, pero también una identidad propia, quizás relacionable con una calma que parece doméstica o relacionada con el bienestar interno como refugio ante un entorno hostil. "Faust arp" es una canción de guitarra acústica y violines, grabada probablemente con George Martin en la cabeza. "House of cards" y "All I need", dos canciones de amor directas, hermosas, sin pudores de rockero "inteligente". Por sobre todo, In rainbows descansa en uno de los conceptos que nos cautivó del primer Radiohead: la agitación emocional del oyente a través de crescendos.

Sucede muchas veces: en "Nude", un tema cantado como por fantasmas, en la hermosa "Reckoner", agitada por la percusión de lo que parecen cascabeles, en "Jigsaw falling into pieces" y su melodía perfectamente radiable. No es posible separar un tema del otro (y por algo no han querido licenciarles sus discos a iTunes), porque todos encajan en un clima creativo unitario, en el que Radiohead sigue apostando como sustento básico de grabación. Qué maravilla que aún existan músicos así, confiados en todo aquello que el rock de las últimas dos décadas ha elegido desechar por obsoleto. En las vueltas que hemos podido darle desde el miércoles pasado, In rainbows se nos levanta como un disco mucho mejor de lo que esperábamos. Luego de pagar voluntariamente por él cuatro mil pesos, de verdad que dan ganas de volver y dejar propina.

—Cristina Hynde

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