La discoteque le pertenece. Gloria Gaynor sigue viva en la pista y bajo la esfera de luces.
El MercurioAl principio, la sensación con Gloria Gaynor en vivo la noche del domingo en el Teatro Caupolicán, era similar a la que despertaban las superproducciones de catástrofes a fines de los '70, como "Terremoto" o "Aeropuerto", que estaban de moda cuando la cantante fue un exitazo. O sea, la urgencia de que pronto llegara el momento crucial -en este caso, el himno "I will survive"-, porque el resto de la trama poco importaba. Pero la cantante de New Jersey todavía es un sólido número en directo.
Su contundencia tiene dos caras. La banda que la respalda fue simplemente perfecta -cada instrumento definido y el groove como un barniz permanente en su interpretación-, como notable su voz. Aunque el concierto fue más bien breve (fue una fiesta de los '80 que la tenía como invitada estelar), en una hora sobre el escenario Gaynor abrió fuegos con "Never can say goodbye" (probablemente el primer himno de la era disco), para seguir repasando éxitos como "I am what I am" y versionar "Killing me softly" (de Roberta Flack).
En correcto español, presentó "I will survive" y el Caupolicán se transformó en una discoteca de antaño. Un himno que no muere como la voz que lo interpreta.