Los mismos hits, las mismas bromas, la misma lógica. Los BUnkers debieran remover la escena rockera con un nuevo disco, pero no el mismo: otro.
El MercurioLos Bunkers aterrizaron en el “Dale Raza” del Caupolicán tras siete meses sin shows en Santiago. En México, donde estuvieron de gira, van directo al estrellato, con clubes de fans y entusiasta cobertura mediática incluída. El problema es que parece que jamás se hubiesen ido. En el peor de los sentidos.
Teloneó Sicosonoro, ganadora del festival de bandas Balmaceda 1215. Por más que el vocalista se moviera como si estuviese poseído por Iggy Pop, las canciones eran un recocido de los tics más obvios del rock de garage: ritmos tipo "Lust for life", aburridos guitarrazos pentatónicos, letras que no dicen demasiado, como "En otro lugar". A veces se arriesgan con baladas pero suenan demasiado al plato fuerte de la noche. Ojo, los muchachos no tocan mal y hay cierta voluntad por buscar eso que podríamos llamar "el buen estribillo", pero deberían cambiar, para empezar, la colección de discos que los influyen.
Con Los Bunkers sucede otro problema: el recital del viernes pasado podría haber sido el mismo hace dos años o siete meses. Porque escuchar "Miño", "Canción para mañana", "Miéntele" o "Fantasías animadas de ayer y hoy" es un eterno déjà vu que solamente los muy fans no perciben. O tal vez agradecen. Los mismos hits, los mismos chistes ("en maracas ... Álvaro López"), los mismos solos de guitarra.
Después de Los Tres, estos penquistas fueron imbatibles. Primero, posicionaron en la deprimida agenda rockera nacional el "formato canción a lo Phil Spector" (de dos minutos y medio, con un coro para silbar en la ducha, bien estructurada). Segundo, hicieron que toda una generación -también probablemente Sicosonoro- empezaran a investigar a los Kinks o los lados B de los Beatles. Y tercero, demostraron que, como ellos mismos lo dijeron, "trabajando mucho en un país de flojos" se podía llegar lejos. Y se eternizaron en estos tres puntos.
Entonces, da lo mismo que suba al escenario Germaín de la Fuente para cantar "Y volveré". O que López golpee los platillos del excelente Mauricio Basualto al final de "Entre mis brazos". O el desmadre de “Pobre corazón”. O, incluso, que estrenen una canción nueva llamada "Fiesta". De hecho ahí mismo radica el problema: era tan predecible como sus shows.
Las cerca de cuatro mil personas que asistieron –la mayoría sentada en la parte alta- celebraron las canciones, claro. Es imposible no hacerlo si son buenas. Pero al salir del show uno siente que está en un capítulo de la "Dimensión Desconocida". O un especial de Noche de Brujas que sólo podrá ser roto con un nuevo disco. Y la desesperación empieza, cuando anuncian que habrá que esperar hasta marzo, porque ahora se viene... ¡un compilatorio de singles!.