Aída, fuegos y luces. En Arena Santiago estallan las voces de Verdi.
El MercurioUn error de proporciones sería analizar esta puesta en escena de “Aída”, la celebérrima obra de Giuseppe Verdi, como si se tratara de una ópera tradicional. Aquí esta tratada a la manera de un gran espectáculo, donde el uso de elementos visuales efectistas no está ausente.
Debemos partir aceptando la amplificación de todos los cantantes, coro, y orquesta, lo que en buena medida crea distorsiones sonoras, porque en momentos el volumen es manejado desde la consola (a cargo de Gerd Drücker).
En este aspecto, y en líneas generales, el resultado es bastante bueno, lográndose un sonido semejante al natural pues no se abusa de los fortes, como tampoco se ecualiza el sonido para obtener sonoridades “especiales”.
Sólo podemos criticar el brillo en la orquesta. Es variable, llegando en algunas escenas a ser muy opaco. Del mismo modo, los balances en los “concertados” (varios cantantes simultáneamente), es desfavorable para algunos de los protagonistas. Y en ocasiones en el tratamiento del coro se abusó la amplificación de los “bajos” por sobre los “tenores”. A favor podemos decir que nunca se produjeron acoplamientos de sonido.
El megamontaje
La escenografía, vestuario, iluminación, proyecciones y régie, que pertenecen a Pier Alli. Son de gran simpleza, acotándose las escenas con la proyecciones y el encuadre que le dan dos escaleras laterales. La iluminación de algunas zonas resultó insuficiente al momento de destacar a los solistas. Mientras que en otros momentos se logró una perfecta ambientación.
El vestuario nos pareció sin los contrastes necesarios como para identificar mejor a los protagonistas. Y para el resto de los participantes en el escenario, sin mayor relieve. Ahí recordamos la escena donde llegan los prisioneros etíopes, vestidos casi igual que los egipcios.
La régie, muy elemental, quedando librado a los cantantes. La expresión logra disimularse bien por el uso de las imágenes, algunas de ellas en movimiento, lográndose el mayor acierto en la última escena, cuando se cierra la tumba sobre los amantes, en un efecto de gran dramatismo. Algo similar ocurrió en aquéllas donde los dioses egipcios parecen llegar envolviendo a los personajes.
Las grandes escenas, la del Templo de Vulcano y la de la Puertas de la Ciudad de Tebas, donde se recibe a los triunfadores, son momentos que permiten un gran despliegue escénico. Pero fueron muy discretas. En particular por las coreografías (de Simona Chiesa), de una simpleza elemental, y demasiado asiáticas. La fría respuesta del público demuestra su escaso impacto.
La cumbre de la noche fue el tercer acto. Es el más simple y casi íntimo. De gran belleza plástica y tensión dramático musical, y que resultó el más inspirado para el director Walter Haupt, como para Aída, Radamés y Amonasro.
Los efectos del fuego resultan eficientes en determinados momentos, pero al final se termina por abusar de ellos, perdiéndose el impacto.
La Orquesta Filarmónica del Estado de Lemberg de Ucrania posee un bello sonido. Es homogénea y por eso fue extraña la desafinación de los contrabajos en la escena del juicio. En cuanto a los tempi, con que el director lleva algunas escenas, creemos que son demasiado lentos y le restan dramatismo a la historia.
El comportamiento de las voces
La soprano mexicana Eugenia Garza encarnó a la esclava Aída. Con una hermosa y expresiva voz, además tiene una figura muy ajustada para el rol. Guillermo Domínguez fue un seguro Radamés, con una voz cálida y homogénea.
El papel de Amneris, que es uno de los más codiciados, dada las posibilidades dramáticas y de gran exigencia. La rusa Irina Bossini no posee la voz adecuada para el rol. Es demasiado dispareja y ella además es inexpresiva.
El resto cumplió en buena forma, con momentos mejores que otros. Suponemos que en el caso del Gran Sacerdote, cantado bastante bien por Oleg Korotkov, desafinó por problemas de retorno en la escena del juicio, cuando interpela a Radamés.
Amonasro fue cantado histriónicamente por Claudio Malgesini. Algunas de las aprensiones planteadas, no le restan valor al resultados general, que es aceptado entusiastamente por el público, donde muchos de ellos, estaban viendo por primera vez una ópera y reconocieron que es un espectáculo de gran atractivo, sobre todo, cuando se realiza con una cuidadosa producción.