La Flauta Mágica seguirá en el Teatro Municipal hasta comienzos de noviembre.
Pepe AlvújarLa Orquesta Filarmónica parece otra cuando la dirige Jan Latham-Koenig. Ya sucedió en los "Vier Letzte Lieder" y en "Tristán e Isolda", y ahora ocurre otra vez con "La flauta mágica". El conjunto sigue el pulso de su titular y se muestra concentrada en lo musical, a la vez que adquiere un color propio.
Si bien al comienzo de la obertura el sonido fue algo distante y pesado, pronto la partitura corrió con la fluidez necesaria, develando la transparencia de este Mozart, su equilibrio, su ánimo espiritual y la suave manera de abordar su unión con la voz humana. Fue imposible a la vez dejar de recordar cómo el maestro de Salzburgo anticipa aquí la solemnidad de Wagner.
Se recupera en esta temporada de festejos del Teatro Municipal la hermosa puesta de 2002, donde convergen los talentos de Michael Hampe (régie y escenografía), Germán Droghetti (escenografía y vestuario) y Ramón López (iluminación), con cuadros inolvidables, como la caída del cielo de la Reina de la Noche y el maravilloso árbol de flores y frutas desde el cual aparece Papagena.
Todas las preguntas
La opción interpretativa es la del cuento místico con implicancias masónicas, temporales y eternas, destinado a niños y adultos. Hampe dice que el espacio teatral de "La flauta mágica" involucra la relación entre poder y derecho, pero esa idea se diluye cuando la mirada es ingenua, como en este caso.
Esta obra permite muchos análisis, y de ellos se desprenden preguntas acerca de las castas y las familias, de las clases sociales y las edades mentales, de las razas y las especies. Se supone, por ejemplo, que la enemistad entre la Reina de la Noche y Sarastro está basada en un antiguo conflicto familiar.
¿Es la Reina de por sí tan malvada? ¿Qué la llevó a ser tan vengativa? ¿Cómo es esto de que al comenzar la trama Sarastro se ha llevado a la fuerza a Pamina para dejarla custodiada por un ser como Monóstatos? ¿Por qué el sabio descrubre tan tarde y por casualidad que el guardián de su hija tiene el alma "tan negra como tu cara"? ¿Cómo es que lo castiga con setenta y siete azotes si después declara que en sus recintos sagrados "no se conoce la venganza"? Son interrogantes que una puesta en escena puede intentar responder.
Todas las voces
El elenco es parejo y sólido. Excelente el Tamino del francés Xavier Mas, con un timbre menos exangüe que lo habitual en este papel y con apostura de príncipe aventurero. Su canto es cuidado y seguro, y se acopla bien con el de la joven soprano lírica rumana Valentina Farcas, quien hace una Pamina delicada, aunque todavía sin el suficiente vuelo vocal y expresivo.
Efectiva la Reina de la Noche de la canadiense Alina Kutan, en especial en sus endiabladas coloraturas y sobreagudos, aunque su tipología vocal no pueda atender con igual propiedad el peso en graves y centros que Mozart puso a su parte. Todo el ingenuo encanto de Papageno vino con el ruso Rodion Pogossov, cuyo material parece hecho para este rol que conquista de inmediato a los auditorios.
La soprano chilena Jenny Muñoz cantó con agilidad y precisión su coqueta Papagena. El islandés Kristinn Sigmundsson es un bajo de gran presencia escénica y su Sarastro tuvo todo el aplomo y el reposo requeridos, aunque sus graves resultaron poco nítidos en algunos momentos.
Precisas e intensas las tres damas de Daniela Ezquerra, Miriam Caparotta y Evelyn Ramírez, y musicales los genios de Andrea Betancour, Viviana Mazuela y Nurys Olivares, lo mismo que los hombres armados de Pedro Espinoza y Homero Pérez-Miranda, ambos con voces poderosas para presidir las entradas al agua y al fuego.
Gonzalo Araya fue un convincente y divertido Monóstatos, mientras que Sergio Gómez (orador y segundo sacerdote) y José Castro (primer sacerdote) dieron relevancia y gracia a sus papeles. El Coro del Teatro Municipal (dirección, Jorge Klastornick) fue, como siempre, un puntal. Una nota para los sobretítulos, que en varias ocasiones fueron por detrás de la música.