"No es como el regreso de Soda o de Police", dice Cristián Arroyo, cantante y guitarrista de Canal Magdalena, ahora que ese grupo se dispone a reanudar su carrera iniciada en 1997 en el pop chileno. "Es que en rigor nunca nos separamos", agrega el músico, que actuará junto a su banda el 10 de noviembre en la discoteca Blondie de la capital, para festejar su reaparición en vivo después de dos años y medio, el estreno de la canción "Fuego" previa a un cuarto disco y la conmemoración de sus diez años de carrera.
Después de sus discos Teledirigido (1998), Canal Magdalena (2001) y Aguamiel (2004), sumados a los EPs Espuma (1997) y Revolución (2003), el único integrante original que quedaba en el grupo era el propio Cristián Arroyo. Pero ahora volvieron el baterista Kamal Lues y el tecladista Gonzalo Herrera, mientras Daniel Pimentel, que era bajista invitado, se integra como integrante estable.
-Es más como un equipo de fútbol. Pueden ir pasando figuras, pero la institución sigue siendo la misma -compara el cantante. "Es una experiencia espectacular estar tocando con los amigos después de tres, cuatro años. Una banda de la que además siempre fui fan y que extrañé desde que la dejé", agrega el baterista Kamal Lues, que reapareció con Canal Magdalena en la reciente actuación del cuarteto en el bar La Batuta como parte del programa "Garaje music".
-No somos muy apegados a esos procesos que desarrollan las bandas -dice Gonzalo Herrera-. Me parece que hoy está tan confuso todo, que caer en esos esquemas de lanzamiento de single o aniversario de esto y de lo otro…
-¿Tenían planeado volver a juntarse?
-Es que en rigor nunca nos separamos -dice Arroyo-. Seguimos nuestra carrera que empezamos hace nueve años. Estábamos cansados, la industria estaba desgastada, empezamos a rechazar ofertas de trabajo, de tocatas, nos desvinculamos de (el sello disquero) Warner. Cada uno empezó a hacer sus cosas y ahora juntamos ganas, energías, salieron buenas propuestas de trabajo y decidimos volver.
Post britpop, post pop italiano
Canal Magdalena anuncia planes de tocar en México, Perú y Argentina, pero primero se abocarán a la grabación de su próximo disco en lo que queda del año. Ya está grabado un nuevo single, "Fuego", y el álbum está previsto para marzo del año próximo.
-De todas las influencias que han tenido en sus discos, britpop, música italiana, ¿por qué lado se van a ir?
-Por ninguna de las anteriores -dice el cantante.
-¿Qué cosa nueva viene?
-El single este tiene que ver un poco más con referencias al rock clásico. Si escuchas el comienzo de la canción podrías pensar que es una canción de Kiss o de The Cult. Canal Magdalena siempre ha sido una banda de pop con instrumento de rock. Se filtra por nuestras individualidades y termina sonando de una manera diferente.
-¿La gracia es irse reinventando?
-Yo creo que reinventarse no es un fin tampoco -agrega el tecladista-. No es un objetivo. También cae en una dimensión poco seria.
-Cuando hicimos el Teledirigido fuimos los primeros con esa propuesta y mucha gente se sintió identificada -dice Arroyo-. Y (nos preguntaban) "¿Por qué no siguen haciendo Teledirigido?" Lo mismo cuando hicimos "Enséñame" (la balada incluida en el segundo disco), o "Todo ha cambiado": "pero ¿por qué no siguen haciendo esos temas tan lindos?". Y uno no puede hacerse cargo del gusto de la gente. Si aparecemos haciendo la misma tontera todo el rato es una experiencia que no le sirve a nadie.
-¿Pero entonces sí se trata de reinventarse?
-Ajustarse a una sensibilidad es muy distinto a ajustarse a una sonoridad de moda -distingue Herrera-. Capaz que Teledirigido hubiera estado súper bien cuando estaba sonando The Strokes. Los mejores discos no son los que calzan con una sonoridad de moda, sino los que se establecen en base a una sensibilidad de mucha gente que está oculta, y que son capaces de recogerla.
El rostro de la fama
-Lo que nos motivó juntarnos, pero de verdad -cuenta Arroyo-, era que teníamos muchas ganas de carretear como antes. La experiencia de banda que tuvimos fue muy intensa y no hemos encontrado otra parecida. Ensayar ya implica una cantidad de tallas, de estupideces, se está pasando bien desde ya. Uno puede hacer música en su casa sin ningún problema y no mostrársela a nadie, pero el hecho de hacerla público y masiva trae una cosa buena. Y una mala también.
-¿En qué sentido?
-Cuando sacamos "Enséñame" en dos semanas nos convertimos en rostro. Pero heavy. Era desagradable, por ejemplo, subirse al Metro, ir al supermercado, a tal punto de que tuve que dejar de hacerlo. Eso puede ser una pifia mía, no de la gente.
-¿Te afectó mucho?
-A mí sí. Suena lindo al principio, pero de repente teníamos experiencias horribles… cortabas un boleto de Metro y veinte pendejas te seguían a la estación donde ibas, ¿cachai? El lado bueno es que te pagan por tocar, puedes vivir de eso. Segundo, se carretea bien, aunque suene como frívolo, que lo es, pero es importante el festejo en el ser humano.
-Muchas veces nos acordábamos de lo bien que lo pasábamos -agrega Herrera.
-Si lo pasamos tan bien, repitámoslo -concluye Kamal.
-¿Cuáles son sus planes?
-No tenemos muchas ganas de tocar como locos antes de tener el disco -dice el cantante-. Vamos a hacer algunas cosas que nos resulten interesantes y después retomaremos eso guerrillero que es subirse como sea a la van y partir a tocar.
-¿Como ese concierto que dieron en Lota, donde llegaron 25 mil personas?
-Tocábamos a la semana siguiente en el Festival de Viña (en 2004). Hace unos años cambiaron al monstruo que estaba allá adelante, que era una experiencia terrible. Ahora es todo ordenadito, nadie se asusta. Lo de Lota fue mucho más heavy, era un escenario de dos por dos, con tres foquitos.
-En una cancha de fútbol -agrega el baterista.
-Hemos tenido shows grandes en San Felipe, en Los Andes, en cada lugar con quince mil personas, en plazas -recuerda Arroyo-. En Coronel fueron seis mil personas. Estuve de viaje en Cuba y obvio que nadie nos conocía, pero decía "Estuve en el Festival de Viña" y todos "¡oh!". Tiene una mayor relevancia eso a decir que estuve en un festival en Lota, en Cauquenes. Claro, ahí no cachan.