Ana Gabriel. Su público la ama. Son mujeres de todas las edades. Los hombres llegan nada más que como consortes.
El MercurioLa mexicana Ana Gabriel es una estrella con los pies bien apegados a la tierra. O al menos ésa es la impresión queda después de verla entregarse y revelarse en el escenario, sin más pretensiones que satisfacer y enfrentar con su potente voz y su evidente honestidad a un público que la sigue con devoción.
Por eso la noche en Arena Santiago estuvo cruzada por las emociones. Las de una artista aún adolorida por la reciente muerte de su hermana, pero que prioriza la satisfacción de sus seguidores (en honor a la verdad, seguidoras, porque entre los diez mil presentes estuvo la “señora Juanita” multiplicada y acompañada por madre, hijas, amigas o el esposo en algún casi aislado) y las de un público que “vive” cada una de sus canciones, se siente interpretado y comprendido con las sufridas y románticas letras.
Hay abundantes ideas de pérdida: “me duele darte cuenta que te alejaste” (del tema, “No sabes”), “te fuiste sin si quiera despedirte” (de “Tú lo decidiste”), “ha pasado tanto tiempo desde que me dejaste” (de “Sin tu amor”), “cómo te extraño / me quiero morir / tengo conmigo caricias que quiero entregarte” (de “Cuánto te extraño”).
Y también otras más combativas: “por qué me arrastro a tus pies” (de “Desahogo”), “estoy en mi derecho / ya es hora de que aprendas” (de “Siete veces, siete más”), además de unas pedagógicas como “sólo espero que entiendas que el amor se debe cuidar” (de “Demasiado tarde”) o románticas como “déjame regalarte mi corazón” (de “Mariachi con tambor”), “siento que no soy la misma desde que te vi” (de “En la oscuridad”), y la rutinaria, pero al mismo tiempo clásica, “como ya es costumbre día a día es igual” (de “Simplemente amigos”). Todas fueron coreadas en everfescentes unísonos por las féminas presentes.
A ratos parecía que el set de “Aló Eli” o el programa de “Pablito” Aguilera —que por supuesto llegó al concierto— se había trasladado al Arena Santiago, pero teniendo como anfitriona a Ana Gabriel y como espectadores a más de diez mil incondicionales. La mexicana conversó latamente con su público, lo escuchó, dio autógrafos en medio del concierto, lanzó bromas feministas, interrumpió dos temas para exigirle a los encargados de seguridad que no impidieran el tránsito hacia el escenario a sus fans, y exigió respeto y cariño hacia el pueblo argentino, después de ser pifiada por luicir un jockey y envolverse en una bandera de ese país. Antes había hecho lo mismo con una bandera de Chile y con las decenas de souvenirs que le lanzó su audiencia.
“Populismo” musical
Si fuera una figura política, habría que tildarla de “populista”, pero como es una cantante, su audiencia ovaciona cada uno de los gestos de consideración hacia ellos, la forma en que los defiende, los escucha y los vuelve coprotagonistas del show. “Lo cierto es que los quiero más que a mí”, dice. Luego añade “el cariño de este país es más firme y más fiel que ningún otro”, “a pesar de que estamos en kilómetros muy lejos los tengo más cerca de lo que se imaginan”, coronado por un “lo digo con mucho orgullo, soy la mexicana más chilena”.
Cual Festival de Viña o de Olmué, leyó en voz alta los letreros que llevó su público —con algo de dificultad, porque reconoció que “después de los 50 las letras se van haciendo más chicas”—, e instó a quienes verbalizaron sus recados a gritos a que se los enviaran “en papelitos”: “Escríbame, le sale mejor, porque se va a poner más ronca que yo”, le aconsejó a una de sus seguidoras (obviamente el público le siguió el juego y se activó el sistema de correo).
Del humor al dolor
También hubo pasajes menos alegres, donde la intérprete evidenció el dolor por la reciente muerte de su hermana, a quien le dedica un tema en su último disco Arpeggios de amor, “Réquiem por tres almas” (en memoria de tres grandes amores fallecidos: su padre, su hermana y su gran amigo Ernesto Alonso).
En medio de su presentación, la cantante azteca reconoció la necesidad que tiene de tomarse un tiempo para asimilar el duelo y no "hacer el ridículo como lo hice ayer en un programa de TV", aludiendo a su participación en Primer Plano, de Chilevisión, donde rompió en llanto al hablar de la pérdida.
Pero las lágrimas —que también derramó en el escenario de Arena Santiago— se sumaron a la catarsis colectiva, y no impidieron que en el recinto se viviera una fiesta, con mariachi incluido en la mitad del extenso repertorio de un show de casi tres horas que concluyó cerca de la medianoche, y que dejó a sus devotos emocionados y satisfechos. “Quiero ser lo más honesta, lo más sincera que puedo”, fue una frase que la mexicana pronunció y puso en práctica con cercanía y humildad.