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Estrenan en España documental sobre nazi que encontró su "paraíso" en Madrid

La película sigue la historia de Paul María Hafner, un antiguo oficial de las Waffen-SS que, a sus 83 años, vive tranquilo en España debido a que no existe ley por la cual pueda ser extraditado.

13 de Noviembre de 2007 | 14:19 | DPA
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Paul María Hafner, en una imagen del documental ''El paraíso de Hafner''.

www.hafnersparadise.com
MADRID.- Ganó mucho dinero inventando una máquina de yogurt y criando cerdos alemanes en España, aunque después se arruinó. A sus 83 años, los últimos 20 transcurridos en soledad, nada 600 metros al día y lleva una alimentación estricta y saludable, porque quiere vivir al menos 127 años. Juega al ajedrez y desayuna rodeado de fotografías de Hitler, Franco y Esperanza Aguirre.

Así es Paul María Hafner, un antiguo oficial de las Waffen-SS que tras la Segunda Guerra Mundial se exilió a España y vive desde entonces en Madrid, en el "paraíso" que halló en este país, amparado primero por el franquismo y más tarde, por un Estado que no pena la negación del Holocausto.

El director austríaco Günter Schwaiger retrata la vida de este nazi austríaco convencido en el documental "El paraíso de Hafner" ("Hafner's Paradise", 2007), que se estrena el viernes en las pantallas españolas después de ser galardonado en la Seminci de Valladolid con el primer premio de la sección "Tiempo de Historia".

La cinta muestra cómo es la vida cotidiana de este anciano, cómo se levanta, se viste, va a la compra; cómo come, lee, escucha música o acude a una residencia de ancianos cercana a jugar al ajedrez y reunirse con su mejor amigo, Joachim Heyroth, integrante de la Legión Cóndor y uno de los soldados que se encontraba a bordo del aparato que bombardeó Guernica durante la Guerra Civil Española, otro anciano que cuenta el episodio riendo, como evocando un entrañable recuerdo.

Sin embargo, Schwaiger no provoca en Hafner comentarios que desvelen su ideología nazi: el ex oficial austríaco muestra también su forma de pensar mediante gestos cotidianos, como su obsesión por comer sano o hacer deporte con el fin de mostrar con la pureza de su cuerpo la inocencia de su alma. Está seguro de que vivirá al menos 127 años, porque ha sido "un santo en vida".

Hafner es un "inocente" convencido, pero también un "superalemán, superespañol y franquista convencido" que va cada domingo a la iglesia, aunque se niega a rezar, y participa en reuniones del grupo ultraderechista Fuerza Nueva, dirigido por Blas Piñar.

Hafner no tiene ningún reparo en contar su pasado, ni tampoco cuestiones íntimas. Procedente de Tirol del Sur, pronto se quedó huérfano de madre, y durante su infancia rehuyó el contacto con sus cuatro hermanas por miedo a enamorarse de alguna de ellas y cometer incesto.

Con menos de 18 años entró a formar parte de las SS, donde obtuvo pronto el grado de oficial. Tras ser herido durante una misión en Finlandia, en la que, a pesar de la falta de actos heroicos documentados, obtuvo varias medallas, se convirtió en formador de oficiales de la SS, un cargo que requería el máximo convencimiento de la ideología nacionalsocialista.

Hoy en día tiene tres hijos y ocho nietos, "todos sanos", destaca, aunque se separó de su mujer entre otros motivos, porque ella envejecía mientras él seguía "siendo" joven.

Recuerdos sin arrepentimiento

Durante sus años en las SS estuvo en varios campos de concentración, aunque el único del que habla abiertamente es de Dachau. Sin embargo, no recuerda exactamente lo que allí vio y lo que allí hizo: buscaba gente para trabajar, afirma. Pero allí no se mataba ni se pegaba a nadie.

Cuando llegó a España se sintió a gusto desde el primer día y nunca negó su procedencia. "La gente estaba encantada" cuando la conocía, afirma. Aquí se relacionaba con otros nazis perseguidos, como Leon Degrelle, ex jefe belga de una división de las SS que huyó a España y que nunca fue extraditado; Wolfgang Junger y otros cientos de ellos de los que afirma viven en Marbella.

Pero cuando Schwaiger lo acompaña a la sureña ciudad de la Costa del Sol española, ninguno de ellos se presta a ver a su viejo amigo Hafner ante las cámaras. "Podrían ser acusados", cuenta el anciano. Este abandono y una visita a su amigo Heyroth, en la que incluso éste reconoce la existencia del Holocausto, rompen sin embargo algo en Hafner, a quien su sano cuerpo abandona durante la película.

Alguien ha empezado a quebrar la realidad en la que Hafner ha vivido anclado toda su vida, y esa ruptura se exterioriza con reacciones psicosomáticas: el anciano, que no toma medicinas ni ha estado enfermo en los últimos 35 años, empieza a tener dolores que le impiden hablar.

Dolores del cuerpo, que no del alma, pues jamás muestra una pizca de arrepentimiento, pero que ilustra, según Schwaiger, el callejón sin salida en el que se encuentra el personaje: "Hafner se encuentra en una verdadera lucha interior entre la conciencia de la verdad y la voluntad de mentir para seguir construyendo la suya propia. Reconocer el Holocausto supondría reconocer su participación y ello llevaría a un derrumbamiento de su psique y de su vida", explica el director.

Y Schwaiger utiliza a un superviviente de Dachau para confrontarle con esa verdad: Hans Landauer enfrenta a Hafner cara a cara y le cuenta, evocando su experiencia, lo que ocurría en ese campo; pero Hafner sólo es capaz de defenderse haciendo uso de la suya propia: nunca lo vio ni oyó hablar de ello y tampoco recuerda. Pero entonces, vuelve a sentir ese dolor que lo delata.

A pesar de ello, su inteligencia está siempre alerta y nunca pierde la oportunidad de intentar "colar" sus mensajes durante el documental. Precisamente, una de las tareas más difíciles fue impedir que esto ocurriera y que la cinta se convirtiera en una apología del nazismo, afirma Schwaiger.

Tres semanas tras la presentación de la película en el Festival de Locarno, se produjo un hecho histórico: España extraditó por primera vez a Gerd Honsik, un neonazi austríaco condenado en 1992 entre otros cargos, por condenar el Holocausto, y huido a España. Ni siquiera en democracia el gobierno español había hecho nunca algo así.
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