Cervezas, sombreros, poleras del AC Milan, barbas, ponchera. Guachupé parecen fugados del circuito La Batuta - Balmaceda 1215, en los peores años noventa. O dicho de otro modo, unos hard mods (esa tribu británica sesentera de suspensores y Dr. Martens) pero de fuente de soda. Y en la tapa de Estamos todos en la trampa (2007) –su segundo disco tras Jugamos como nunca (2006)– finalmente los atrapan.
En su defensa, atacan con trece temas del más explosivo revolution rock. Bien armados, entretenidos y tocando con pilas alcalinas: estos muchachos no se agotan nunca. Es fácil imaginar el delirio que generan sus tocatas. No por casualidad fue masterizado en los argentisímos Estudios del Cielito. Un sonido emparentado con lo "chabón", allí donde las barras de fútbol juegan con el rock and roll.
Tanto así que el gran Jorge Serrano (de Los Auténticos Decadentes) canta en "El nono" un soul latino de guitarras y bronces cargados. "Santiago no duerme" es una rabiosa y jamaiquina declaración de principios como Los Fabulosos Cadillacs más skatalíticos ("aprieta el gatillo de tus sueños / sé como un misil en tu cerebro"). "En la trampa" es una bailanta que suena muy Bersuit Vegarabat, de letra testimonial: "me avisaron que había muerto un domingo a mediodía / no tuve remordimiento en salir a festejar / y las calles se llenaron de alegría contenida / tu muerte no pudo callar / a tantos desaparecidos que dejaste sin cantar".
Estamos todos en la trampa es tan honesto en sus pretensiones e influencias ("La última vez" parece un descarte del Hoy trasnoche de los Decadentes), que se transforma en arma de doble filo. Por un lado el disco es indiscutiblemente atractivo para "vacilarlo". También es pop en el mejor de los sentidos: hiperquinético, buenos estribillos, pegajoso, sin solos ni rellenos. Y claro, se insinúa una notable vocación para la crónica (la trágica ranchera "Pedro y Juan"). Pero por otro lado, haciendo honor al nombre, se corre el riesgo de terminar como el muñequito Guaxupé, dejando que Jamaica, The Clash, los Decadentes o el rock chabón hablen por ellos en lugar de aprovechar la oleada renovadora del "nu bailongo" (desde La Mano Ajena a los veteranos LaFloripondio) y crear una obra que se sostenga por sí sola. Mientras cierran el disco con la amarga "Al final de todo", insinúan un oficio y una pasión tales que puedan hacerlos escapar en helicóptero hacia otros discos más originales que éste.
—JC Ramírez Figueroa