ESPAÑA.- Del cine también se puede disfrutar con el paladar o al menos eso es lo que se han propuesto un grupo de maestros de la cocina internacional al recrear con sus recetas algunos de los momentos gastronómicos más intensos del séptimo arte.
Los cocineros que han participado en el libro “Tábula 35 mm” se han enfrentado al reto de recrear con su sensibilidad desde la piruleta que chupaba la Lolita de Stanley Kubrick hasta las bandejas de comida liquida de la visionaria “2001: A space odyssey” pasando por la leche de “A clockwork orange,” las codornices de “Babettes gaestebud” o el mole de “Como agua para chocolate.”
En doscientas cuidadas páginas, la editorial Navarrorum Tábula, ha logrado implicar a un plantel de 45 “chef” entre los que están "los más emergentes del mundo y muchos de los consolidados,” incluido Andoni Luis Aduriz, juez y parte del innovador proyecto de aunar cocina y cine en un volumen de lujo y esmerado diseño, cuyo resultado es “brutal, gastronómicamente hablando,” según el cocinero vasco.
Aduriz está, junto al director artístico y diseñador Santos Bregaña, al frente de Tábula, cuya primera incursión en el mundo editorial fue un volumen sobre el huevo seguido de otro del bacalao.
Y precisamente es el huevo y los sabores y aromas marinos, con toda la carga de afrodisiaco que se les atribuye, los ingredientes sobre los que Aduriz elaboró su receta de “huevo escalfado de yemas de erizo de mar, leche de soja y almendras, consomé de ajos tostados y algas” para evocar una de las escenas más eróticas de “Ai no corrida” (1976), de Nagisha Oshima.
"La vida es ya sólo sexo, la comida es sexo,” dice Sada a su amante Kichizo en ese filme.
Esa receta era una “de las más complicadas y por eso la asumí yo,” explicó Aduriz a Efe desde su restaurante Mugaritz.
Convencido de que “la única limitación son los sueños de cada uno,” se puso manos a la masa con la preocupación de hacer “algo en lo que estuviese presente la sensualidad y el erotismo, pero que a la vez fuese elegante y sugerente.”
Más que sugerente, “extraordinario” e “impresionante,” es el trabajo que, según Aduriz, han hecho los otros cocineros a los cuales él atribuyó las películas y a quienes nunca les dijo lo que le había tocado al resto para “evitar envidias.”
Aunque todos son buenos, desde el punto de vista de la conceptualización de la receta, a Aduriz le parece especialmente brillante el trabajo de Heston Blumenthal, Albert Adriá y Yann Duytsche con, respectivamente, los “knichi” de “barefoot in the park” (1971), de Gene Saks; la “leche plus” que beben Alex y sus drugos en “A clockwork orange"; y la bota con la que Charles Chaplin mata la hambruna en “The gold rush” (1925).
"Muy emotivo” fue para Aduriz el momento en que le dijo a Alberto Chicote que le había tocado la escena en la que Patsy es incapaz de resistir a la atracción de un pastel de nata en “Once upon a time in America” (1984), de Sergio Leone, una de sus películas favoritas.
Pero lejos de imitar el irresistible pastel, Chicote recrea una versión muy personal de los canelones de su madre, que de pequeño ejercían sobre él el mismo poder hipnótico.
Especialmente valiosa es también para Aduriz la aportación del cocinero “de culto” japonés Hiroyoshi Ishida, quien sobre la base de la película “Ohayo” (1959), de Yasujiro Ozu, enseña cómo se debe cocer un arroz al estilo de su país.
Ishida es “muy austero y reservado, no participa en nada. Su restaurante sólo tiene capacidad para ocho personas y sólo se puede ir con referencias y no más de una vez al mes, que es cuando cambia el menú,” explicó Aduriz, orgullo de haber podido contar con un reparto de lujo para un libro del que está muy satisfecho.
Como denominador común, todos ellos tienen el haber entendido "muy bien el espíritu” del libro, apuntó, por su parte, Carlos J. Plaza, quien, junto a Raúl Nagore, firma una serie de textos "cortitos” que sirven para atizar la memoria del lector sobre las películas que ellos mismos eligieron.
Cada película va acompañada de su correspondiente fotografía, de un extracto del diálogo de la secuencia seleccionada y de los textos recordatorios, además de sus correspondientes recetas, de las que hay que ser algo más que un cocinillas para hacerlas en casa.
Las más fáciles son, según Plaza, el sándwich con el que Carles Abellán interpreta “Kill bill: volume 2” (2004), de Quentin Tarantino, y el Dry Martini “surprise” con el que Paco Roncero homenajea “Le charme discret de la bourgeoisie” (1972), de Luis Buñuel, pero cambiando la aceituna de nitrógeno por una de verdad.Aunque, tal vez, como decía Tita en “Como agua para chocolate,” "el secreto está en que cuando lo cocine lo haga con mucho amor.”