Maestro y discípulo. Los pájaros se unieron en un solo tiro, igualaron pesos específicos y fascinaron a la audiencia chilena. Trova y rock es igual a trova'n roll.
El MercurioHacia el final del concierto, cuando la platea vip se levantó por fin de las sillas instaladas frente al escenario, Joan Manuel Serrat cantó: "tenemos el sexo, el rock y la droga / los pies en el barrio y el grito en el cielo". Su colega -y autor de estos versos- Joaquín Sabina lo miraba orgulloso. Es el momento exacto en que el profesor reconoce al alumno, calzándose no sólo un trozo de su canción ("Más de cien mentiras") sino también la actitud rocker. Antes, improvisando en medio de otra canción, Sabina había dicho "yo siempre quise ser Serrat" y el catalán le decía cuando abandonaba el escenario "en verdad, él siempre quiso ser Florcita Motuda".
El público estuvo entregado desde el principio. Sobre todo las mujeres, maduras, progresistas y que conocían todas las letras de memoria. Ellas aprovecharon cada silencio entre canciones para gritar lo "bueno" que estaban ambos. Sabina asegura que siempre envidió a las musas de su colega, sobre todo porque no cobran. Una chica gritó: "¡yo te cobro!". Y Serrat contestó de inmediato: "no me delates, rubia". Arriba, la luna llena y abajo, estos lobos de la canción ibérica.
La escala santiaguina de la gira "Dos pájaros de un tiro" sirve para comprobar varias cosas sobre Serrat y Sabina. Primero, el poderío inoxidable de la obra del catalán: "Cantares", "Mediterráneo" y "Arriba en mi calle" siguen generando esa elegante y alegre melancolía, que es marca registrada de Serrat. Segundo, la justa consolidación del cancionero de Sabina, tomando en cuenta que éste jamás gozó del consenso histórico de Serrat. "19 días y 500 noches" fue tan celebrada como "Penélope". Tercero, la coqueta complicidad alcanzada por ambos songwriters que permite a Sabina decir cosas como "el amor lo inventaron los catalanes como Serrat: así no tienen que pagar por follar".
¿Es esto trova’n roll?
Y en esta dimensión desconocida donde la trova se fusiona con el rock (Sabina pasó un largo exilio en Londres donde escuchó a los Stones, Dylan e incluso tocó para el cumpleaños de George Harrison), algunas cosas no cuadran. Por ejemplo la discreta banda de apoyo (piano, batería, coristas, algunas guitarras) que apenas se limitó a dejar que ambos cantantes se lucieran. Por eso "La del pirata cojo", que es un hit perdido de Sabina, sonó tan "blandito" a pesar de esa letra “guarrilla” donde se proponen todos los modelos de vida peligrosa existentes: "viejo verde en Sodoma / comunista en Las Vegas / mejor tiempo en Le Mans".
Atrás, las galería del velódromo estaban repletas. En las plateas, la gente sentada, poniéndole "oreja" a ambos. Es entendible: hubo más guitarras acústicas que electricidad. Convengamos además que el fuerte son las letras. De esas que se saborean y mueven los mecanismos de la melancolía en los mayores de 40, el público mayoritario. Un milagro en un contexto donde Sabina dixit: los músicos escriben como "futbolistas haciendo declaraciones antes de salir a un partido".
El momento cumbre de la noche fue el homenaje a Violeta Parra, cuando Serrat se despachó una excelente “Mazúrquica modérnica” y luego Sabina se sumó con una blusera y “mississippiana” “Arriba quemando el sol”. Ahí la gente se fue sumando al estribillo agregado: “pregúntale a los milicos / qué hicieron con La Moneda”.
Sabina y Serrat jugaron, se miraron con las guitarras, intercambiaron canciones, aparecieron y desapareciero del escenario, tomaron fotos al público y coquetearon con las chicas. Tan a gusto estaban los cantantes en el escenario que se dieron el lujo de deconstruir la canción “No hago otra cosa que pensar en ti”. En el original de Serrat “el pelado se rascaba la cabeza”. Acá fue “la bragueta”. Eso ya se había escuchado en el cover de Sabina. Lo sorprendente fue atestiguarlo en vivo y con el homenajeado presente, que incluso también le cambió la letra. Es que las canciones cuando se vuelven estatuas, hay que romperlas para volver a gozarlas.