Nadie lo pone más claro que el mismo compositor de las canciones. "Es así: la batería, el bajo y la guitarra suenan como batería, bajo y guitarra" ha dicho el baterista Diego Jimeno, a propósito de los dos primeros discos de Feria y de su sonido funk: al funk funk y al vino vino. Dime qué hacer! es el tercero y en él este grupo chileno busca otros caminos, pero no deja por completo de lado esa franqueza inicial.
Los estilos son variados. Feria es un grupo que toca soul, funk, pop, bossa nova y hasta rock, pero es la forma de sonar la que marca la homogeneidad que señala el baterista. En un tiempo en que campean el emulador, el sampler y la producción digital en el tratamiento del pop, este grupo sigue respetando la separación de los timbres naturales. Son esos timbres los que se han ampliado. En dos de estas canciones están los saxos y trompetas que ya eran una marca registrada en Feria (2003) y Ves (2005), pero en otras tantas hay violines y cello por primera vez, junto con la flauta traversa que Pedro Villagra aporta a la bossa nova "Isla", y ritmos programados parecen asomar en otros dos arreglos.
El instrumento principal es la voz sedosa y templada de la cantante Cristina Araya, bien educada y, mejor todavía, sin aspavientos. Y otra garantía del grupo está en la composición. Feria administra armonías del jazz aplicadas lo mismo a una balada en plumillas como "J&J", a canciones pop ligeras como "Otra vez" y "Transitorio" y hasta al gesto rockero de una guitarra distorsionada en "Septicemia", y sus juegos rítmicos se destacan en las dos mejores canciones: en "Destino", donde entre armonías sugerentes el grupo cambia tres veces de ritmo sin cambiar de pulso, y en "Cirugía", que es un acertijo rítmico constante. En esa canción está contenido el título del disco, dentro de una letra sobre las apariencias del mundo moderno: "Hasta me operaron la nariz, pero no resultó mi corazón", dice. Feria es un grupo que habla con metáforas, pero que toca claro.