La palabra "único" se usa con demasiada facilidad para calificar conciertos de rock. Para qué hablar del término "histórico". Pero con The Police las condiciones tópicas son verdad estadística. ¿Cuántas bandas en el mundo pueden permitirse el lujo de iniciar un show con un tema del peso de "Message in a bottle"? ¿Cuántos tríos encienden de ese modo a 50 mil personas sin acudir ni a un instrumento electrónico? ¿Cuántos ingleses al borde de los 60 años de edad trabajan con tanto entusiasmo?
Quizás ni Police supo en los años '80 la revolución que producían al preparar por primera vez un reggae blanco, pero su sonido en vivo es la mejor forma de confirmar que ese brebaje mágico aún aturde porque es la mezcla original, la más pura, la esencial. Cualquier duda sobre la validez artística de la reasociación entre Sting, Summers y Copeland se despeja por esa rara condición de clásicos tardíos que han ido tomando sus temas, y que no podía verificarse en viejos discos ni en compilados: había que comprobar en directo lo grandiosas que son estas canciones.
Canciones que no se sabrá nunca de dónde vinieron, pues quizás por qué razón Police leyó de otro modo que el resto de los jóvenes británicos las pistas del punk, el rock y la música negra. Canciones que tampoco puede decir uno a dónde van, pues cargan tal peso de identidad que imitarlas o remedarlas terminaría en parodia (de hecho, ni el propio trío ha querido grabar ahora otro disco). Canciones de piezas unitarias irremplazables, en las que el vozarrón empático de Sting es tan importante como la sobria electricidad de Summers y el talento semidivino de Copeland para meter ruido con la percusión y elaborar ritmos como de una isla caribeña aún no descubierta.
Son canciones que cuidan mucho la ambientación de cada arreglo, y que suelen partir así, suavecitas, para ir agarrando fuerza y terminar en la explosión de un estribillo indeleble. Sucede con "Every little thing she does is magic", "King of pain", "Roxanne"... canciones que van develándose de a poco, como una mujer en plan de conquista, y que arrojan la carne a la parrilla cuando el auditor ya no puede, ni quiere, dar pie atrás.
Sin embargo, Police escapa de la progresión melódica heredada de la escuela Beatle. No hay en su música estribillos para tararear ni coros "simpáticos". Por su contención y lo sugerentes de sus arreglos (punto alto para el nuevo inicio de "Wrapped around your finger") sorprende lo adultas que son estas canciones. Y acaso por eso la reunión del trío tiene hoy tanto sentido: ni una letra boba -y vaya que es boba "Do do do, da da da"- logra banalizar a una banda de una esencia profunda, que se mantiene conectada todo el tiempo con aquello que los define. En el camino del autoconocimiento, Police partió con ventaja. Hoy su música se muestra con la pachorra de quien conoce bien sus fortalezas y no teme desplegarlas.
Animan la gira más rentable del 2007: 170 millones de dólares acumulados entre mayo y noviembre. Es probable que se merezcan cada peso. El grupo se tomó el escenario del Nacional junto a un impresionante despliegue visual con cinco nítidas pantallas (de especial consideración con la galería), y figuras abstractas y monocromáticas envolviendo el entorno y creando un alucinante microclima de luces y de brillo.
Sting sabe castellano, invita al público a corear y sonríe con el entusiasmo comprensible que puede sentir alguien que sabe que tiene rendida a la audiencia del lugar que sea. A su ego monumental le ha hecho estupendo volver a someterse a la contención de un trío. No hay lucimientos personalistas (el único solo fue de guitarra, y no duró más de dos minutos), no hay citas a las carreras indivisuales, no hay ganas de epatar con la última fusión importada de África u Oriente. Tal y como se plantearon en sus orígenes, estas canciones suenan en vivo demasiado mejor de lo que esperábamos.
Las reuniones de bandas suelen ser algo lamentable. Los rockeros mayores de 40 años comienzan a dar pena. Las canciones de los '80 son divertidas, pero no emocionantes. The Police vino a desmentir ante cincuenta mil chilenos las cargas fatales que ha venido arrastrando su gremio, por culpa de una nueva dinámica de trabajo que impone la historia por sobre el disfrute. The Police fue contra la lógica al separarse en plenitud de condiciones, y ha vuelto a revertir lo esperado con una reunión justificada en cada acorde. Dan ganas de inventar adjetivos nuevos para su talento.