Andrés Calamaro acaba de finalizar la temporada de ensayos con su actual banda, según el propio cantante tiene posteado en su ultra actualizado blog, y con esa formación se dispone a tocar en Chile este domingo. "Veníamos tocando muy rockero, con mucha guitarra y momentos satánicos que espero alcanzar en Santiago", escribe, fiel a su modalidad para las entrevistas: por mail. El rockero argentino trae un show centrado en su último disco, La lengua popular (2007), aunque también generoso en esos hits que nos sabemos todos.
Y lo hará acompañado de la banda española Fito & Fitipaldis, cuyo disco de sentido rock and roll de carreteras Por la boca vive el pez (2006) fue un suceso en España. Una banda que engancha, tal como lo hizo la Bersuit Vergabarat en 2005, con un Calamaro que retoma el difícil arte de defender sus canciones en público.
Hace diez años fue su última visita Chile, cuando brindó un emotivo concierto privado acústico para la radio Rock & Pop y una interpretación de "Flaca" en el programa "Venga conmigo". "Tengo muchos recuerdos de Chile, claro", escribe. "… punk en la Estacion Mapocho, fútbol de selecciones, toque de queda en Valparaíso, comprar discos y libros, grandes galpones donde se vendían cosas usadas (incursiones con Daniel Melingo) como computadoras quemadas y antiguos esquíes para nieve, la grabacion con Upa…".
Claro, porque como confesó en 2005 en una entrevista para Zona de Contacto, grabar Un día muy especial (1991) con el grupo chileno le permitió comprarse el pasaje a España donde fundaría la banda de rock Los Rodríguez, iniciada en 1990 (hoy lamenta la reciente muerte del bajista del grupo, Daniel Zamora). El argentino acariciaría la excelencia con la mejor banda Stone del mundo, y luego con su reinaugurada carrera como solista en con el exitoso disco Alta suciedad (1997).
Entonces teloneó a Bob Dylan en una gira por España en 1999 y realizó espléndidos shows eléctricos. Ahí está YouTube para comprobarlo. Después de un disco de 103 canciones como El salmón (2000) renunció al rito de promocionar sus lanzamientos, sin que esto fuera un silencio musical. Y como la discografía solista de Andrés Calamaro se escucha como una biografía en tiempo real de la invención de la felicidad, acá presentamos sus capítulos más selectos de su propio "milagro argentino".
Por mirarte (1988): me olvidé de los demás
Todo lo que insinuó la canción "Mil horas" con la banda rockera argentina Los Abuelos de la Nada (donde fue el niño estrella) o en sus dos primeros discos solistas de synth pop (Hotel Calamaro y Vida cruel, entre 1984 y 1985) acá se explicita gracias a las guitarras eléctricas. Todo está jodido, sin salida, roto. Rock and roll para amaneceres sin gloria y tirado en la calle ("Cartas sin marcar", "En el medio de la ciudad"), versos donde, como reconoció, perfectamente era posible reemplazar a la chica por la República ("Loco por tí", "Por mirarte") y versos inoxidables de pura argentinidad al palo sobre una generación "bailando en los rincones más dorados de la ciudad / bailando sobre la sangre de los demás" ("No me empujes"), o esa joyita de menos de un minuto cantada con León Gieco: "Me olvidé de los demás".
Nadie sale vivo de aquí (1989): me vi clavado en una cruz
Calamaro tiró toda la carne a la parrilla en un país agobiado por una hiperinflación (con el 47.3% de la población de Buenos Aires en la pobreza). Llamó para escribir los textos al escritor Rodrigo Fresán, quien señala que este álbum "se lee como novela". Juntó a Cerati y Fito Páez para una canción de treinta segundos llamada "Nuestro Vietnam". Y tocó con el guitarrista Ariel Rot prefigurando el sonido Rodríguez. Un disco feroz donde dice cosas como "la traición es una deuda del corazón (...) yo también soy traicionero" ("Una deuda del corazón"), inventaba una fábula de dos hermanos siameses que son estrellas de rock ("Dos Romeos") y titulaba sus canciones como "Pasemos a otro tema", "Señal que te he perdido" o "Vietnam".
Alta suciedad (1997): a lo mejor resulta mejor así
Entre la fiebre de Los Rodríguez, Calamaro ya había lanzado canciones perdidas como "No se puede vivir del amor" o el cover de "Años", de Pablo Milanés, cantada junto a Luca Prodán, pero su coronación como autor de alto rendimiento llegó con este disco producido por el gran Joe Blaney. Un disco elegante, grabado con los músicos de John Lennon o Keith Richards y repleto de hits como "Loco", "Flaca" y "Me arde". El disco que lo puso en el mapa y que, aunque él le reste importancia, lo posicionó como un escritor importante en el Rock en Eñe. Eso es en lo formal, porque, como dijo Calamaro, "las canciones se adelantan a lo que me pasará después" y hay indicios en "Crímenes perfectos" o "El tercio de los sueños" que algo muy malo iría a pasar después.
Honestidad brutal (1999): ¿por qué vereda camina usted?
"Un disco ideal para un año terminado en tres nueves", dijo Calamaro. "Si fuera vinilo sería el disco más largo de la historia: tres discos y medio", dijo Blaney. "El disco divorcio de Andrés", especuló la prensa tras sus letras innegablemente autobiográficas. Un disco de 37 canciones con letra, música y más letra. Grabado entre Buenos Aires, Madrid y Nueva York e infestado por el mal de amores. "Negrita", "Me pierdo", "Con Abuelo" (dedicado al rockero argentino Miguel Abuelo y tocado con Los Abuelos de la Nada), "No tan Buenos Aires" y "El día de la mujer mundial" son canciones que aprietan la garganta. De esas que se deben escuchar con precaución.
El salmón (2000): somos feos, pero tenemos nuestras canciones
103 canciones, elegidas dentro de mil. Calamaro en pleno retiro tóxico en una pieza oscura de Madrid y luego Buenos Aires. Un "suicidio comercial" grabado en tiempo real y distribuido en cinco volúmenes. Una obra que muy pocos escucharon completa. "Me sorprendió que todas las preguntas giraran sobre el disco/personaje", se quejaba, aunque es innegable el impacto que despierta este "retrato de un hombre desesperado" con canciones que repasan su vida amorosa ("Chicas"), la niñez ("Revistas"), el fin de todo ("Un barco un poco"), las drogas ("Problemas") o su carrera ("El salmón"). Eso y su sorprendente forma de grabación con bases programadas, guitarras directo a la mezcla y amigos como Pappo, Los Auténticos Decadantes o Andy Chango colaborando. Extraordinario.
El Palacio de las Flores (2006): la fuerza del destino
Después de un retiro curiosamente semipúblico (debido a sus canciones inéditas girando en Internet), dos discos de standards ("El cantante" y "Tinta roja") y su retorno a los escenarios, era el momento de que las canciones comenzaran a aparecer. Y lo hace acompañado del fundador del rock argentino Litto Nebbia, quienes lanzaron un disco que exploraba la vertiente que llama "subtropical": rock and roll, folclor, tango, jazz y carnaval de Brasil. Un disco rehab, que agrega al Calamaro de siempre ("Corazón en venta") algunos covers de Nebbia ("Rosemary") o Manzanero ("Contigo aprendí") y una música que insinúa cierta sanación, cierto aprendizaje: "El tilín del corazón", "Mi bandera" y "Ser feliz".
La lengua popular (2007): Las musas no son
Uno de los discos del año. Calamaro reconociendo que la inspiración en el dolor es un gran mito y que el buen humor es importante en el rock and roll. Ya resolvió sus problemas, se casó, tiene un hijo y eso se nota en el disco. Una colección de canciones donde más que rock, pop, tango o bossa es música, el privilegio de los que patentan un estilo. Y claro están los caricaturas del dibujante argentino Liniers. Sólo alguien muy feliz saca dibujitos como portada de disco.