Matorral es un grupo prolífico. Han sido necesarios discos largos, cortos y medianos para ir dando salida al repertorio de rock y folk que este trío chileno empezó a grabar en 2003, y ahora hizo falta de lleno uno muy largo. Resonancia en la zona central tenía que ser un volumen doble porque han pasado más de dos años desde el último disco del grupo, tiempo suficiente como para que el baterista fundador se alejara a mediados de 2005 y para que gran parte del repertorio grabado con esa formación estuviera inédito y pendiente. Hasta ahora.
Como ha dicho ese baterista, en Matorral la guitarra de Felipe Cadenasso y la batería del propio Iván Molina son instrumentos de vuelo libre, con la estabilidad que garantiza el bajista Gonzalo Planet. Así se oyen estas 23 canciones. Molina toca libre sobre los tambores con redobles constantes y nunca sujeto a un patrón fijo, al modo de tríos del rock de fines de los '60 como Cream o el de Jimi Hendrix, que son sus modelos, y Cadenasso como siempre sabe rasguear, pulsar o hacer solos de guitarra que pueden ser incendiarios.
La austeridad de tocar en trío es sólo aparente. Los instrumentos serán pocos, pero en esa misma guitarra está la abundancia: así como es prolífico en canciones, Matorral lo es también en acordes. Al lado opuesto de la contención de músicos como Perrosky, Cadenasso da rienda suelta a las armonías y "Dónde está el chal" o "Presión baja" no son las únicas canciones llenas de posturas para guitarra en este disco, en el que varias composiciones instrumentales y ciertas guitarras acústicas refuerzan además la calidez y cercanía del sonido.
Una ventaja del CD por encima del ruido de una actuación en vivo es que se entiende con claridad cuando el cantante pronuncia versos que dan luces sobre un ideario de Matorral, como "Terminé con la música de ayer / terminé por matar al rock and roll / lo ahorcamos entre los dos / Lo volvería a hacer". O "La gran industria nos desterró, pero fuimos advertidos / la música que hicimos fue lo que nos unió", como revisa en "Nuevos días". O incluso líneas más misteriosas como "Estrellar una guitarra contra mil cabezas / Ser el pan y el vino de la clase obrera", en "Cuántos como tú". Son letras coherentes con haber recreado, con otras armonías y un vuelo rockero, "Cantores que reflexionan", uno de los mayores manifiestos de Violeta Parra.
Los de este discon son dos volúmenes distintos. El segundo no es siempre tan eléctrico, alberga timbres más variados y concentra más canciones nuevas, como "A medio camino", delicada y con violines; "Todo", con banjo y aire optimista; "Lo intentamos" y "Noche en que perdí la voz", más reflexivas. En el primero están las cosas tocadas en vivo por años, de modo que esa canción que habla del Diario Oficial, la ley laboral y el Eje del Mal versus el orden mundial es "Dentro de las piedras", y esa otra que alude a la amenaza global entre la baba de un chacal es "Carne de cañón", dos casos que por lo demás hablan de cómo era el mundo en el año 2004. No ha pasado tanto, pero este grupo está reflejando aquí su pasado y hasta su contexto. Matorral ha dado buenas pruebas de conocimiento de la música chilena previa; ya era justo documentar ahora su propia historia, que es parte de esa historia mayor.