Roberto Rizzi-Brignoli en la batuta y una orquesta en estado de gracia.
Foto: archivo El Mercurio.Ante un teatro atestado de público, la Orquesta Filarmónica de Santiago finalizó su Temporada 2007. La razón del lleno total, que no es de extrañar, fue el haber ofrecido como obra única la "Novena Sinfonía" en Re menor Op. 125 "Coral", de Ludwig van Beethoven.
Mucho se ha escrito, y se seguirá escribiendo, en torno a esta obra, que es uno de los patrimonios de la humanidad. Y bien sabemos que aunque su texto no sea conocido por los auditores su impacto es igualmente fuerte. El mensaje ético y humano que entrega Beethoven a través de esta música es de tal fuerza que termina irremediablemente conmoviendo a todos quienes la escuchan.
Esta versión fue dirigida por Roberto Rizzi-Brignoli, con la participación de la Filarmónica y el Coro del Teatro Municipal cuyo director es Jorge Klastornick. Además actuaron como solistas la soprano Patricia Cifuentes, la contralto Evelyn Ramírez, el tenor Luis Olivares y el bajo-barítono Homero Pérez-Miranda.
La versión de Rizzi-Brignoli se puede calificar de clásica y más bien molto allegro en su primer movimiento, alejada del allegro ma no troppo, un poco maestoso (alegro, pero no demasiado, un poco majestuoso) marcado originalmente por Beethoven. Esto le restó peso emocional, y lamentablemente causó algunos desajustes de tempo entre ciertas familias. Consideramos así mismo que, por intentar mantener este pulso estricto, se descuidaron los balances entre las cuerdas y las otras familias, cuestión desafortunada ya que los fraseos marcados por el director se intuían muy bellos.
El segundo movimiento se caracterizó por el brillo orquestal y por los logrados juegos dinámicos, así también como por el carácter gracioso del trío central. Aquí la rigurosidad se cumplió cabalmente. Todos los problemas de balance desaparecieron en el bellísimo adagio molto e cantábile. Desde el inicio se apreció el pastoso sonido de las cuerdas, en fraseos de notable sutileza y serena expresividad que luego dan paso al "canto" de las maderas en un fantástico diálogo con las cuerdas.
No podemos dejar de señalar tampoco, el soberbio rendimiento del clarinete.
Creemos que la intensa y emotiva poesía lograda en esta oportunidad convierte a este movimiento en uno de los más hermosos que hayamos escuchado, logrando casi hipnotizar al público.
Para el movimiento final, todos los intérpretes habían logrado ya casi un estado de gracia. La orquesta se convirtió en un ajustado y hermoso instrumento. Rizzi-Brignoli le dio todo el peso emocional y obtuvo de sus músicos las mejores respuestas. Un ejemplo es el "recitativo" para chelos y contrabajos, antes de la entrada del bajo, de sonido noble y expresivo.
Del más alto nivel consideramos la entrada ejecutada por el bajo Homero Pérez-Miranda al cantar las palabras que el mismo Beethoven pusiera antes de iniciar el texto de los fragmentos de la "Oda a la alegría" de Schiller, usados en este cuarto movimiento.
Luis Olivares cantó con notable seguridad y bellamente, destacando en la "marcha".
El timbre tan notable de Evelyn Ramírez fue un gran complemento al cuarteto, y la soprano Patricia Cifuentes puso la calidad de su material vocal al servicio de una de las partes más difíciles, escritas para soprano. Sólo mostró una pequeña inseguridad en el pasaje del agudo.
Como cuarteto, los solistas demostraron un notable afiatamiento y musicalidad.
El Coro del Teatro Municipal sigue asombrando por su calidad. Vocalmente son impecables. Tiene una afinación perfecta, fonética y fraseos del más alto nivel, y con el agregado de una expresividad emocionante se convierte en el complemento preciso para un final que levantó al público de sus asientos. Había que ovacionar de pie a todos los intérpretes de esta versión, que puso fin a la Temporada 2007 de Conciertos de la Orquesta Filarmónica de Santiago.