Charles Chaplin fue víctima de la ''caza de brujas'', pero aún así la historia del cine le dedicó un capítulo.
EFE
SANTIAGO.- "La vida es una tragedia si la ves de cerca, pero una comedia si la miras con distancia", decía Charles Chaplin y, a un día de cumplirse treinta años de su fallecimiento, todavía no hay distancia suficiente para explicar la dramática trayectoria vital de uno de los mayores genios del humor.
"Este es un momento muy emocionante para mí y las palabras parecen futiles, tan enclenques... Sólo puedo decir gracias por el honor de haber sido invitado aquí. Son maravillosos, gente dulce", expresó entre lágrimas Charles Chaplin cuando Hollywood le rindió homenaje en 1972 con un Oscar honorífico.
Ni siquiera un solo reproche dedicó Chaplin (Londres, 1889) al mundo que lo había vetado políticamente durante la Caza de Brujas. Era su regreso después de veinte años de exilio en Europa, y sólo agradeció el reconocimiento y el afecto, aunque volvió a despreciar a la palabra, cuya llegada al cine nunca encajó con deportividad.
"Las palabras son escasas. Lo más grande que puedes decir con ellas es 'elefante'", ironizaba el cineasta. Y no recurrió a ellas hasta 1935 en "Tiempos modernos" ("Modern Times"), aunque en ella todos hablaban menos él, en el que fue su primer proyecto de cine sonoro.
El pequeño Charles Spencer Chaplin había decidido ser cómico cuando, durante una enfermedad que le mantuvo en cama durante semanas, su madre le representaba las escenas que sucedían en la calle para entretenerlo.
Procedente de una familia más que modesta, la infancia británica de Chaplin fue digna de los más desesperanzadores relatos de Charles Dickens y retratada por él mismo de manera indirecta en la enternecedora y magistral película "El chico" ("The Kid", 1921).
Y es que lo que hizo a Chaplin maestro de la comedia fue, probablemente, su profundo conocimiento del drama, su emoción vivida de primera mano que quedó plasmada en una filmografía ilustrada por niños, por una ciega en "Luces de la ciudad" ("City Lights", 1931) y, desde luego, siempre por el desamparo de su inmortal vagabundo Charlot.
Amado, menospreciado e investigado
En 1912 se instaló en Estados Unidos, en 1918 fundó su propio estudio y su creciente popularidad -fue el primer actor en ser portada de la revista Time en 1925- le hizo el mayor ícono del cine mudo.
Pero su genio atormentado y su compleja personalidad pronto encontraron detractores: Los británicos, por considerarle traidor, y la crítica, sobre todo años más tarde, por eclipsar a otros fenómenos cómicos de la época como Harold Lloyd o Buster Keaton.
Bertrand Tavernier y Jean Pierre Coursudon escribieron en su enciclopedia crítica "50 años de cine norteamericano" que "el lacrimoso humanismo, el tono lloriqueante y a veces masoquista (de Chaplin) suelen aliarse a un simplismo de lo más irritante", a lo que añadían su fama de intratable.
"Como todos los megalómanos, despreciaba todo lo que no hubiera creado él mismo (fotografía, escenografía). En lugar de servirse de esos elementos, los consideraba como otros tantos obstáculos que se alzaban entre él y su creación", escriben en el libro.
Por eso, quizá parecen más matizadas y fuera del encanto del bombín, el bigote y los zapatones en títulos como "La quimera del oro" ("The Gold Rush", 1925) sus obras más amargas, en las que captó al cómico crepuscular y la incomprensión personal e ideológica a la que la opinión pública estadounidense le sometió.
Así, "Monsieur Verdoux" (1947) -el último Charlot- y "Candilejas" ("Limelight", 1952) dieron la vuelta a su filmografía mientras se revelaban los entresijos polémicos y trágicos del genio que, al promocionar la última de ellas en Reino Unido, no pudo volver a Estados Unidos.
Sus inclinaciones políticas chocaron contra el Comité de Actividades Antiamericanas -que vieron en "Tiempos modernos" y "El gran dictador" ("The Great Dictator", 1940) contenidos comunistas-, y sus matrimonios, siempre con mujeres notablemente menores que él -con su cuarta y última mujer, Oona O'Neill, se casó con 54 años cuando ella tenía 18-, le hicieron persona non grata para la moral de la época.
De hecho, la biografía "Tramp: The Life of Charlie Chaplin", de Joyce Milton, aseguraba que Vladimir Nabokov se inspiró en él para crear su obra maestra "Lolita".
Sea como fuere, una vez en Inglaterra rodó "Un rey en Nueva York" ("A King in New York", 1957) y "La condesa de Hong Kong" ("A Countess From Hong Kong", 1967), que supusieron un broche indigno a su trayectoria, un fracaso de crítica y público.
Pero Hollywood subsanó su error en la década de 1970 y, además del citado homenaje honorífico, en 1973 le dieron un nuevo premio en competencia por la música que él compuso para "Candilejas", que nunca había sido estrenada en Los Angeles hasta entonces.
Con 88 años, Chaplin murió de manera tranquila en la madrugada del 25 de diciembre de 1977, mientras dormía en la localidad suiza de Vevey, pero su cuerpo aún sufrió un último revés tragicómico: el 3 de marzo de 1978 fue robado del cementerio local y no fue encontrado por la policía hasta el 18 de mayo.
Billy Wilder, que siempre reconoció la influencia de Chaplin en su humor, escribiría: "Al crear a Chaplin, Dios estaba en muy buena forma. Necesitará uno o dos siglos para conseguir hacer otro genio de este calibre".