La visión que el director suizo Nicolás Rauss imprimió a la obra está más enfocada hacia el fenómeno sonoro, que hacia lo expresivo.
El MercurioComo parte de las celebraciones navideñas se presentó, ahora en el Teatro Baquedano, el Oratorio de Georg Friedrich Haendel, “El Mesías”, obra fundamental de la literatura coral, y una de las piedras angulares de toda la música universal.
Además de los innumerables valores musicales, este oratorio es una afirmación de fe estructurado sobre la base a una selección de textos bíblicos ligeramente adaptados, que sintetizan las partes más significativas de la vida de Jesús.
“El Mesías” sigue ejerciendo una enorme atracción tanto a los coros, como al público desde el día mismo de su estreno en abril de 1742. Ahí se incluye uno de los coros más famosos de la historia, el “Hallelujah” con que finaliza la segunda parte.
Para los conjuntos de la Universidad de Chile, interpretarlo significa recrear el acontecimiento que produjo su propio estreno en 1949, cuando el Coro de la Universidad de Chile junto a la Orquesta Sinfónica lo ejecutaran bajo la dirección de Víctor Tevah, en el Teatro Municipal.
En esta oportunidad cuatro solistas, el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile y la Sinfónica, fueron dirigidos por el suizo Nicolás Rauss. El conductor, al igual que muchos otros en la actualidad, está en la búsqueda de nuevas aristas de interpretación, las que en este caso, sólo consideramos logradas a medias.
En primer lugar contrastó una orquesta de características barrocas con un coro de casi 90 cantantes. Para lograr el balance adecuado, debió obligar al coro a cantar en forma muy contenida, lo que le afectó en su rendimiento, sobre todo en los agudos de las sopranos.
En otro aspecto, consideramos que las velocidades que le imprimió a ciertos segmentos vocales, si bien redundaron en una agilidad general, produjeron constantes desajustes de tempi, entre la orquesta y el coro. Los aspectos descritos no deben ser interpretados como un descuido, pues fue evidente una gran pulcritud en la preparación, puntillosa en ciertos momentos, sólo que sus resultados fueron más bien inexpresivos ya que fue común que los textos no se reflejaran en la interpretación.
Lo anterior nos hace pensar que la visión de Rauss está más enfocada hacia el “fenómeno sonoro”, que hacia lo expresivo (no podemos olvidar aquella corriente de pensamiento que estima que el barroco debe ser inexpresivo), postura con la que no estamos de acuerdo.
Algo que consideramos ajeno a la dirección, fueron los problemas de afinación ocurridos en la orquesta, que se debieron seguramente al extremo calor en el escenario que afectó incluso a Alberto Dourthé. En un muy mal día falló en su desempeño, en una de las arias de la soprano, aquélla acompañada de chelo y clavecín. Pensamos además que la insuficiente amplificación del clavecín, impedía a los violines primeros, escucharlo como referente de afinación.
A favor de la orquesta consideramos muy lograda su aproximación al estilo barroco, sin vibrato, con notas soufflé y contrastes súbitos. Podemos citar a manera de ejemplo la Obertura y la Pifa (sinfonía pastoral).
La preparación del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, que dirige Hugo Villarroel, fue de gran nivel, y vocalmente rindió de acuerdo a las instrucciones de Rauss. En el desempeño de las cuerdas, descollaron tenores, de gran seguridad vocal y atacando las semicorcheas. Las contraltos, no obstante su seguridad, nos habría gustado un mayor perfil vocal. En las sopranos, su belleza vocal se empañó con la inseguridad de afinación en agudos y en algunas series de semicorcheas. Los bajos tuvieron varios accidentes de tempi, sobre todo en el manejo de las temibles semicorcheas, y en cuanto a timbre, le hemos escuchado mejores presentaciones.
La soprano Pilar Aguilera tiene una hermosa voz, pero es muy inexpresiva, y a veces insegura en los tempi y coloraturas. Logros en su desempeño: el aria de inicio de la tercera parte y el dúo con la contralto de la primera parte. La contralto Evelyn Ramírez, además de maravillar con su timbre, cantó con nobleza y seguridad. No parecen existir problemas para ella.
El comienzo del tenor Iván Rodríguez, fue extraordinariamente prometedor. Bello timbre, muy seguro, y con prestancia, pero luego fue diluyéndose. Perdió el perfil y se mantuvo con inseguridades en agudos y en tempi. La experiencia de Rodrigo Navarrete fue evidente al sortear con éxito notable la extrema lentitud o rapidez de algunas de sus arias. Con gran seguridad en estilo y tempi, uno de sus triunfos fue el aria acompañada de la trompeta, tanto por su desempeño, como por el solo de trompeta. En todo caso con objeciones o no, escuchar “El Mesías”, con conjuntos y solistas que ponen todo de sí es una experiencia impagable.