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El sumo sacerdote

Si en Nueva York existe la Iglesia de Saint John Coltrane y en la ciudad argentina de Rosario la Iglesia Maradoniana, por qué no una para Marco Antonio Solís a lo largo de este país.

25 de Febrero de 2008 | 11:07 |
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No hay nada más difícil que vivir sin Marco Antonio Solís. Pregunte en la galera de la Quinta Vergara.

El Mercurio

Los animadores del Festival de Viña del Mar se la tomaron muy en serio cuando José Luis Rodríguez sugirió que en ocasiones había que "escuchar la voz del pueblo", en esa versión del certamen que fue la última del régimen militar. Ahí el público pidió la gaviota para El Puma y El Puma se la llevó. Eran otros tiempos. Ahora prácticamente todos los artistas se van con tres premios para la casa: antorcha de plata, antorcha de oro y gaviota.

En 2005 el mexicano Marco Antonio Solís llegó a Viña para marcar su enorme figura entre el gran público chileno y entonces ahora sólo quedaba esperar la propia superación: Solís se llevó una antorcha de plata, otra de oro, una gaviota y "mil peluches", en palabras de Sergio Lagos. O sea, superó su propia marca.

Pero la de él es una presencia que sobrepasa otros límites. Alrededor de Marco Antonio Solís se mueven dimensiones mexicanas, donde todo siempre es por millones. Y aquí, en un país en que los millones son pocos, igual los tiene por montones. No deja de ser sorprendente la conexión del chileno común con el cantante. Como nunca esta vez la Quinta Vergara tuvo tantos afiches que apuntaban nombres de ciudades, pueblos y localidades nacionales. Y aunque la noche de hoy, la última, es numéricamente la que más entradas vendió, en la galera repleta de ayer las aposentadurías le pertenecieron en un 80 por ciento, al menos, al ídolo mexicano.

Marco Antonio Solís entró y salió cuando y como quiso. Eran sus propios ritmos y casi nada que reprocharle. Una agrupación medida, con fila de cuerdas, sección de metales, coros, cuerpo de baile y banda pop. Lo hizo así con con música diversa, de raíz folclórica, cumbiones, música norteña y mexicana en general, canciones de los Bukis ("Morenita) y hits calados ("Chiquilla bonita"). Pero sobre todo lo hizo así a través de esas baladas melodramáticas con que nuevamente arrasó porque están en el imaginario latino: "Me vas a hacer llorar", "Si te pudiera mentir", "Invéntame", "Recuerdos, tristeza y soledad", "Dónde estará mi primavera" y la inmejorable "Si no te hubieras ido".

Si en Nueva York existe la Iglesia de Saint John Coltrane y en la ciudad argentina de Rosario la Iglesia Maradoniana, por qué no una para Marco Antonio Solís a lo largo de este país. El mexicano se dirige al público como pastor en un oficio, reza entre sus canciones y mantiene una apariencia física tal y como el mundo latinoamericano ve la figura de su mesías. Él es como un sacerdote y "Dios bendiga" es su primera canción. En Viña parece ser al revés. No hay nada más difícil para el público chileno que vivir sin Marco Antonio Solís.

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