Fugitivos

"Aquí con los Rama volar / tenía que pasar / un millón de cosas nos pueden pasar", dice el vocalista de este grupo, Sebastián Cáceres, en un verso de autoafirmación hacia el comienzo de este disco. Rama menciona su nombre en sus letras, al modo rapero, y además habla de sí mismo en ellas, al modo vivencial, y ésos son dos rasgos centrales de este grupo iniciado en 1996 con la primera oleada que recogió en Chile justo la mezcla de rap y metal de la época, y que en su segundo disco perfila un sonido propio a partir de esa base.

De hecho no es exactamente rapear y no siempre es cantar lo que hace Sebastián Cáceres, sino una mezcla de esas dos posibilidades, apropiada para las palabras sentidas que escribe y que a veces hasta inventa, como cuando dice "Me deslevo. Estoy muriendo en el fuego" en "Fugitivos". El cantante de Rama se refiere a sentir cosas, habla de "compañero" o "brother" y echa al ruedo la sensibilidad de "empezar a actuar con mi amor, mi dedicación, por lo que siento, con quien estoy". Y es el equivalente preciso al sonido de Rama.

El guitarrista Daniel Campos hasta se vuelve acústico en medio del disco, y por supuesto hay distorsión y descargas metaleras desde su guitarra, pero él no la usa para hacer solos convencionales rockeros, sino para tocar acordes y delinear melodías. El pulso del baterista Helmuth Wellmann no se apura y hay cambios de ritmo, de partes y hasta de velocidad en canciones como "Fugitivos", "Esqueletos" y "Dedicado". Rama sí viene del nuevo metal de los '90, pero superó el esquema de estrofa tranquila + estribillo gritado de esa corriente, también tiene algo de grunge y del llamado rock alternativo de esa época, y los primeros acordes de "Fugitivos" bien podrían ser los acordes finales de "Friends", de Red Hot Chili Peppers. Y cuando gritan, no es un grito estridente como en el heavy metal, ni es un grito gutural como en el metal extremo. Es un grito intenso, como en Rama. Estas canciones tienen y son distintos grados de intensidad.

—David Ponce