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El hito histórico de la ópera trágica

45 jóvees murieron en las laderas del volcán Antuvo en 2005. Una orden emanada de un alto rango no calibró las desmejoradas condiciones climáticas. No hubo opción de desobedecer. Aquí, el primer homenaje lírico a los conscriptos muertos.

06 de Marzo de 2008 | 11:59 |
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Los conscriptos a la deriva. Sebastián Errázuriz logró conmover al público con su representación de la tragedia chilena.

Ricardo Vásquez

Para cerrar el ciclo de celebraciones de los 150 años del Teatro Municipal de Santiago se realizó el estreno de "Viento Blanco", ópera chilena del joven compositor nacional Sebastián Errázuriz, basada en la tragedia de Antuco, que afectó a un grupo de reclutas que realizaban su Servicio Militar.

Nos parece del mayor interés que esta producción haya contado con todo el apoyo logístico del principal escenario de nuestro país, pues de otra forma habría sido prácticamente imposible su estreno, ya que la partitura requiere de un enorme elenco entre solistas y coros.

Asimismo, resulta estimulante para otros compositores observar la reacción entusiasta por parte del público, que repletó la sala en la primera función. En este aspecto fue un triunfo para su creador.

Altos y bajos

No obstante estas consideraciones, se deben señalar sus mayores logros, así como también algunas de sus flaquezas. Entre los puntos altos está la escenografía, el vestuario y la régie de Rodrigo Claro, quien solucionó exitosamente las diversas escenas en que se divide la ópera, anotándose un significativo suceso en la solución para el epílogo.

Muy acertados resultaron los movimientos de masas, tanto en el patio del regimiento, como en el gimnasio. Y volvemos a reiterar el gran impacto emocional de la escena final, casi surrealista. El vestuario es funcional y de escaso colorido. Ayuda al desarrollo de la tragedia.

En el aspecto musical, los mayores logros se encuentran en los coros, tanto de los familiares como de los reclutas, por su sentido musical y de un claro y eficiente arco dinámico y expresivo. La preparación del Coro  del Teatro Municipal y el Coro Crecer Cantando, dirigidos por Jorge Klastornick y Víctor Alarcón, respectivamente, respondieron al mejor nivel.

Otro de los momentos de notable belleza lo encontramos en el "aria" de la carta de la Enamorada del Recluta 1, fragmento acompañado sólo por un pequeño grupo de cuerdas que cantó espléndidamente Daniela Ezquerra.

El lenguaje musical de Errázuriz no puede ser definido en un estilo determinado, pues recuerda a demasiados compositores, siendo bastante plano en largas secuencias. A pesar de la buena orquestación, ésta a veces no capta lo suficientemente bien el sentido dramático de los textos de los hermanos Felipe y Rodrigo Ossandón. Además, su autor en ocasiones abusa, sin mayor efecto musical, de agudos en los solistas, los que por momentos llegaron al borde del grito estridente.

Las voces de la tragedia

Aquí cabe la pregunta, ¿por qué el director no cuidó este aspecto fundamental? La acústica de la sala es lo bastante buena para que todos se escuchen perfectamente, tal como ocurrió con Carmen Luisa Letelier, quien interpretó a la Madre del Recluta 2. Cantó con pequeña, pero expresiva voz. Y se escuchó muy bien.

Las mayores fallas de "sobrecanto" se evidenciaron en el Recluta 3 de Mauricio Miranda, el Mayor de Pedro Espinoza —a quien incluso se le quebró la voz—, y en la Periodista 1 de Paula Arancibia.

Homero Pérez-Miranda perfiló bastante bien al desagradable y despótico Sargento del comienzo, y su posterior cambio. Juan Pablo Dupré y Sergio Gallardo, fueron solventes Reclutas 1 y 2, a pesar de que sus líneas de canto eran casi siempre en la línea de lo solemne. David Gáez y Pablo Ortiz, como padres de reclutas, fueron musicales y expresivos. También se destacaron Maribel Villarroel, en lo vocal y en lo histriónica, así como la extraordinaria solvencia del niño José Miguel Valdés, en lo vocal y en actuación. Pablo Oyanedel, como Comandante en Jefe, respondió de acuerdo con su musical capacidad.

La Orquesta Filarmónica de Santiago, que dirigió José Luis Domínguez, respondió con hermoso sonido a gestos que marcaban bien pulsos, pero que descuidaron la intensidad dramática y los contrastes tensión-relajación.

Objeciones que no empañan para nada la importancia que tiene para nuestro país el estreno de esta ópera de Sebastián Errázuriz, en el principal escenario lírico de Chile, debiendo sentirnos agradecidos de la oportunidad de presenciar un trabajo en el que cada participante puso lo mejor de sí, para éxito de la presentación.

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