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Una batuta de mil imágenes

Con una legendaria carrera llena de notas y fotogramas, el maestro italiano de la composición para el cine ofrece dos conciertos gratuitos en Chile (19 y 20 de marzo) con un selecto repertorio. Conozca a uno de los últimos genios musicales de la gran pantalla.

18 de Marzo de 2008 | 13:52 |

Era 1983 y el realizador francés José Giovanni estaba desesperado. Faltaba muy poco para el estreno de su película “Le Ruffian” y aún no la tenía musicalizada, por lo que requería desesperadamente de un compositor que pudiese combinar velocidad y calidad. Le sugirieron a Ennio Morricone.

Ambos se reunieron en un café parisino. Giovanni explicó sus ideas sobre la película y lo que debía reflejar la música. Instintivamente, Morricone tomó un lápiz y comenzó a escribir notas sobre el mantel. Cuando el director terminó de hablar, el músico romano arrancó la tela de la mesa, se la pasó a Giovanni y le dijo: “Aquí está la música de tu película”.

La genialidad de Morricone no es puesta en duda por nadie y es difícil marginarlo de cualquier lista de los compositores más relevantes en la historia del cine. La cantidad de trabajos que ha realizado (que varía entre 400 y 450, dependiendo de las fuentes), la calidad de éstos y la relevancia de los directores con los que ha trabajado, lo convierten fácilmente, a sus 79 años, en una leyenda viviente.

El mal genio genial

Comenzó tocando la trompeta por presión de su padre, que dedicaba su vida al mismo instrumento, pero rápidamente se aburrió de la interpretación y se introdujo en el complejo mundo de la composición, estudiando en el Conservatorio de Santa Cecilia de Roma para graduarse en 1954.

Trató de ser un compositor “serio” en sus inicios, pero las escasas oportunidades lo obligaron a convertirse en arreglista. No se conoce mucho esta faceta, pero Morricone llegó a escribir y arreglar unas 500 canciones pop concentradas en los primeros años de su trayectoria.

Se le conoce por su carácter difícil. Mal genio, pero genio al fin. A su oficina no entra nadie, ni siquiera para sacudir el polvo de sus miles de discos –que varían desde la música clásica al pop-, su gran cantidad de libros de estudio e investigación, ni menos la mesa donde escribe silenciosamente en una gran partitura. Nada de computadores, nada de pianos, nada de asistentes, nada de ruido. Sólo lápiz, papel y su arte.

Los cowboys comen spaghetti

El rigor es sinónimo de Morricone. Se levanta a las 5:00 de la madrugada, compra los periódicos, toma desayuno y se sienta a componer en su mansión romana. Así es todos los días, desde aquellas primeras colaboraciones con Sergio Leone, el ilustre director italiano que fue compañero suyo en la escuela, y para el cual compuso algunas de sus más conocidas bandas sonoras, la trilogía del dólar (“Por un puñado de dólares”, “Por unos dólares más” y “El bueno, el malo y el feo”), “Érase una vez en el Oeste” y “Érase una vez en América”. Redefinió el sonido del western con sabor a spaghetti y derrumbó fronteras musicales que parecían rígidas hasta entonces.

Hoy los realizadores se honran de incluir “Ennio Morricone” en su secuencia de créditos, pero como en la década de 1960 todo debía ser más hollywoodense, Morricone usó los seudónimos de Leo Nichols y Dan Savio en algunas de sus primeras bandas sonoras, notablemente en “Navajo Joe”.

Ya consolidado, prácticamente trabajó con todos los directores más importantes del cine italiano, como el propio Leone, Pier Paolo Pasolini, Mario Monicelli, Franco Zeffirelli, Ettore Scola, Vittorio de Sica, Bernardo Bertolucci, Gillo Pontecorvo, Giuliano Montaldo, Mauro Bolognini, Sergio Corbucci, Elio Petri y Sergio Sollima, además de maestros del terror como Dario Argento, Lucio Fulci y Mario Bava.

No se habla inglés

Pero una de las más sobresalientes en las últimas dos décadas, ha sido su estrecha relación con Giuseppe Tornatore. “Cinema Paradiso”, “La leyenda del pianista sobre el océano” y “Maléna”,  por la que fue nominado a un Oscar, son parte del fruto del trabajo entre ambos.

Precisamente su relación con Hollywood ha sido bastante confusa. Morricone siempre se negó a aprender inglés y muchas veces rechazó las ofertas de mudarse a Los Angeles. Está abierto a trabajar con directores estadounidenses “siempre y cuando ellos vengan a Roma”.

Pese a sus restricciones, ha podido colaborar con célebres realizadores de Europa y Estados Unidos: Luis Buñuel, Pedro Almodóvar, Brian De Palma, Michael Anderson, Roland Joffé, John Carpenter, Oliver Stone, Roman Polanski, Richard Fleischer, William Friedkin, Sam Fuller, Lajos Koltai, Barry Levinson, Adrian Lyne, Terrence Malick, Don Siegel, Terence Young y lista podría seguir hasta la centena.

Más allá de los nombres, es la obra lo que se respeta de Morricone y la versatilidad con la que la ha construido. Se hizo conocido por los spaghetti western, pero aquello, según estimaciones que él mismo ha dado, no supera el ocho por ciento de su filmografía. Dramas, acción, comedia, ciencia ficción, terror... nómbrelo, no ha dejado nada de lado. Desde la belleza de “La misión”, hasta la perversa crudeza de “Salò”.

Nunca pudo ganar un Oscar por una partitura específica (ganó uno honorífico el año pasado), lo que en verdad es un halago a su esencia: no es un músico que escriba “para que le guste a la gente”, su principal objetivo y obsesión es hacer que una película sea mejor o, como lo ha logrado muchas veces, una obra maestra, aunque sea con los ojos cerrados.

Su batuta en Chile

El programa que ofrecerá Ennio Morricone en Chile no dista de lo que habitualmente presenta en sus conciertos. La velada se celebrará en cuatro bloques, con un intermedio en el ecuador, y en su estructura se asemeja a lo que por ejemplo el músico italiano presentó en su aplaudido “Arena Concerto” realizado en Verona, y que se encuentra fácilmente disponible en DVD y discos compactos en Chile.

Morricone viajará por el tiempo para llevarnos de vuelta al Siglo XX con “Los intocables”, con una suite que repasa los principales temas de la cinta de Brian de Palma. Luego se adentrará en “Érase una vez en América”, su último trabajo con Sergio Leone, poniendo en escena tres temas de esta cinta. Luego será el turno de su relación con Giuseppe Tornatore, con la presentación de una virtuosa, emotiva y exigente pieza de “La leyenda de 1900”, seguida del clásico “Cinema Paradiso” y “Maléna”.

El segundo bloque estará compuesto con una selección de sus trabajos para westerns con Leone: “El bueno, el malo y el feo”, “Érase una vez en el Oeste” y “¡Agáchate, maldito!”. De la primera resalta “L’Estasi dell’Oro”, una potente pieza conducida por la firme voz de la soprano Susanna Rigacci, una habitual solista en los conciertos de Morricone.

Tras el intermedio, vienen dos exclusividades para Chile, piezas extraídas para dos trabajos televisivos: “Marco Polo” y “Moisés”. Se acompañarán por piezas más tradicionales de su repertorio, de “Pecados de guerra”, “Queimada” y “Sacco y Vanzetti”.

El último bloque contempla la presentación de varias piezas de la que es probablemente su composición más conocida en Chile: “La misión”.  Con el oboe como solista en varios pasajes y mucho protagonismo del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, será el momento de clímax en la presentación de Morricone en nuestro país.

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