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Shine a light

El registro sonoro de un documental-recital que demuestra cómo el hambre y la vida dura produjo la identificación con una música fantástica. Y cuarenta años después sigue siendo rock and roll. Jagger: "¡Esta debe ser la primera película de Scorsese donde no usa "Gimme Shelter"!".

30 de Abril de 2008 | 16:59 |
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"No hay secreto. Tienes que hacer un poco de ejercicio cuando pasas los treinta. Y tienes que ir al gimnasio", aconseja Mick Jagger al periodista Ernest Reinhart desde Berlín, durante el lanzamiento del documental-banda sonora Shine a light. "A lo mejor es la dieta que teníamos cuando éramos chicos. No había comida y la teoría es que ésa era una buena dieta, porque era una dieta pequeña. Poca comida, nada de chatarra ni de azúcar. ¡No vi un churrasco hasta los catorce!". Al parecer, las estrecheces económicas de posguerra no sólo curtieron físicamente a la generación de músicos conocida como british invasion" (Stones, Beatles, Animals, Who, Kinks) sino que también los hicieron identificarse con la moral y el sonido del blues.

La riqueza y devoción por esta música descendiente directa de esclavos provee a los Rolling Stones del liderazgo entre todas las bandas dinosáuricas-empresariales. Ni el post punk-gospel de U2, ni el heavy caricaturesco de Iron Maiden ni, incluso, las reactivaciones de Led Zeppelin (que "saquean" el blues más que tributarlo) tienen la profundidad de campo conseguida por los autores de Exile on main street (1972). Gran parte del mérito, ojo, es del desaparecido Brian Jones, quien fundó la banda, consiguió recitales y direccionó en torno a la música de raíz negra.

El mismo Jagger llamó a Martin Scorsese para registrar a la banda en vivo. Sabía que era fan (repitió "Gimme Shelter" en Buenos muchachos, Casino y Los infiltrados) y que estaba disponible. Si bien Marty logra cierto protagonismo por ejemplo, con su desesperación por no tener el setlist y no saber bien qué músico enfocar primero, la cinta es básicamente un recital en vivo visto muy, muy de cerca. En algún momento se nos olvida quién es el director y sólo pensamos en que, aunque los Stones efectivamente son un "parque temático de ellos mismos" y "la mejor banda de covers de los Rolling Stones" también tienen razones de peso para liderar por cuarenta años el paisaje musical contemporáneo.

Presentados por el mismísimo Bill Clinton en Nueva York, desde el arranque con "Jumpin’ Jack Flash" la banda certifica la economía de recursos que convirtió su relectura del blues (además del country, folk, y R&B) en el significante del concepto "rock and roll". Efectivamente hay un secreto: proyectar una imagen dura e irresponsable pero trabajar la música con la dedicación de un folclorista. El look atraía a los adolescentes y la música de raíz electrificada los cautivaba. Basta escuchar los juegos de guitarra slide en "Tumbling dice", los certeros acordes power pop de "Connection" (que acá versionaron en 1967, el mismo año de su aparición, los Mac’s) o la picaresca lírica de "Brown sugar".

Volviendo a los dinosaurios, tal vez la buena salud de los Rolling Stones (descontando el cinismo marketero que los envuelve) se deba a que también emularon la austeridad de los viejos bluseros y músicos de rythm and blues. Mientras The Who hacía explotar amplificadores o Led Zeppelin dedicaba solos a cada instrumento, los Stones se preocupana exclusivamente de hacer canciones. Ojalá que pudieran pasar por standards del delta del Mississippi. Hay pocos momentos exhuberantes en su discografía, tal vez Aftermath (1966) y algunos improvisaciones avant-garde en Let it bleed (1969) y el extraordinario Sticky fingers (1971). La obra gruesa Stone es cancionera. "Probablemente no soy buen guitarrista. Pero si me uno a Ron, podemos superar a la mayoría", reconoce Richards en el documental. Y vaya que es cierto.

Aparte de la definición de sonido guitarrero lograda después en Exile on main street (junto al reconocible patrón de Watts) los Rolling Stones lograron otras conquistas sonoras. "As tears goes by" ("fue famosa por otra persona", dice Jagger) es una preciosa pieza acústica popularizada por una asustada Marianne Faithfull en 1964. Fue el primer tema de Jagger & Richards y supuestamente fue compuesto por obligación de su histórico manager Andrew Oldham para competir con los Beatles. También está la apocalíptica "Sympathy for the devil" que opera en dos niveles. Musicalmente su ritmo afro-brasileño (Richards quería hacer una "samba enloquecida") y notas gospel que los Stones utilizaron en varios temas fueron fundamentales en la movida Manchester veinte años después, basta chequear la obra de Happy Mondays, Primal Scream y Stone Roses. Segundo, su letra que es una clase de teología en torno a la caída del ser humano y su trágica "simpatía" por el mal que está presente en Hitler, la primavera de Praga, el asesinato de Kennedy (Jagger omite la cita en esta versión al igual que las referencias a las mujeres negras en "Some Girls"). Y bueno, también está la muy Motown "Satisfaction", aunque jamás se haya podido repetir exactamente igual a la grabación el reverb de batería o el espeso riff de Richards. Los invitados están bien, pero sólo Buddy Guy se roba la película con su coqueta guitarra y el sonido "cantante" que se asimila a los solos de Gabriel Parra en Los Jaivas.

Shine a light es entonces, el registro sonoro de un documental-recital que demuestra como el hambre y la vida dura produjo la identificación con una música fantástica. Y cuarenta años después sigue siendo rock and roll. Y bueno, como dice Jagger "¡Esta debe ser la primera película de Scorsese donde no usa "Gimme Shelter"!"

—JC Ramírez Figueroa

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