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La voz es un detalle

Mientras otros galanes latinos de su generación se profesionalizaron, el español sigue sonando como un aficionado cuando sale del estudio. Pero eso poco importa a sus fanáticas. Los 33 años que acaba de cumplir aún mantienen su rostro atractivo y lozano. Y con eso, por ahora, basta y sobra.

08 de Mayo de 2008 | 12:25 |
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A Enrique Iglesias le cuesta cantar bien. Se le nota en la cara el esfuerzo. Pero tiene a cuatro mil mujeres que le aprueban hasta las desafinaciones.

Ricardo Vásquez

No hace falta que Enrique Iglesias aparezca sobre el escenario para que quede claro de qué se tratará la noche: Un simple destello de las pantallas, de apenas un par de segundos, ya logra parar de sus asientos y desatar el griterío entre las cerca de cuatro mil fanáticas que la noche del miércoles llegaron hasta la Arena Santiago. Puede que ellas hayan ido a cantar los éxitos que el español está presentando en su gira "Insomniac", pero más que audio quieren imagen: verlo y, ojalá, tocarlo.

La vara, entonces, no está muy alta, e Iglesias no se esforzará por subirla. El hijo de Julio se comporta simplemente a la altura de esas expectativas. Desde que aparece en el escenario, tras la introducción de su guitarrista con "Where the streets have no name", de U2 (¡!?), el español deja en claro que lo vocal no es su fuerte. Su voz suena escondida entre la del coro, mientras interpreta "Not in love", un pop agresivo de tintes flamencos, que luego da paso a una versión de "Sólo en ti" con aires hair metal, y a otra más íntima de "Nunca te olvidaré".

En todas ellas la dinámica en vivo del cantante es una: El micrófono va hacia su boca cada tanto, y el resto del tiempo lo destina a correteos, ademanes al público y peticiones de canto a las que la audiencia responde sin vacilaciones. Una conducta que se vuelve especialmente marcada en "Rhythm divine", con Iglesias descansando la mayor parte del tema en lo que puede hacer su coro, y transfomando su voz en algo apenas audible (¿se acuerdan de aquella grabación que diera a conocer Howard Stern, precisamente con esta canción?).

En ese mismo momento es cuando comienza a aparecer la versión interactiva de Iglesias, quien destina largo rato a estrechar manos, quitar cámaras para sacarse fotos (incluso dentro de su pantalón), subir fanáticas al escenario, retar a los guardias por bajarlas a la fuerza, hacer que una niña presente a sus músicos y hasta ofrecer un trago a sus invitadas. Mientras, cada tanto suena una estrofa de "Por amarte" o "Experiencia religiosa". En eso estira su segmento desenchufado hasta agotar la paciencia de cualquiera, menos de él mismo, que asegura que "esto es la raja".

Sus fanáticas seguramente piensan lo mismo. Para ellas, las constantes desafinaciones y evidentes falencias vocales del español no sólo son perdonables, sino incluso imperceptibles. En ese sentido, Iglesias volvió a demostrar que es el alumno menos aventajado de la generación de galanes latinos a los que pusieron a cantar en la primera mitad de los '90. Otros avanzaron y se profesionalizaron, mientras él sigue sonando como un aficionado cuando sale del estudio.

Pero en términos de márketing ése debe ser un simple pelo de la cola. Los 33 años que minutos más tarde cumpliría (y por lo cual fue debidamente celebrado) aún mantienen su rostro con el atractivo y lozanía suficientes como para estamparlo en la portada de revistas para quinceañeras. Y con eso, por algunos años más, seguro que basta y sobra.

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