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El Ballet de Santiago se saca el tutú

05 de Junio de 2008 | 16:03 |

Del mayor interés resultó el último programa presentado por el Ballet de Santiago, que dirige la siempre inquieta Marcia Haydée. En esta oportunidad, entre el 28 de mayo y el 1 de junio, mostraron dos obras modernas, una de 1970 y la otra creada para esta ocasión. Ambas sirvieron para aquilatar el excelente estado técnico en que se encuentra la compañía.

La música de George Gershwin que utilizó el coreógrafo George Balanchine para "Who cares?" se basa en una serie de piezas breves del notable músico norteamericano. Está estructurada sobre la base de varios números de conjunto, además de dúos y solos. La buena recepción del público se debió al homogéneo trabajo grupal, y sobre todo a la excelente perfomance de sus figuras principales.

No es novedad que Luis Ortigoza y Marcela Goicoechea deslumbren por su capacidad de intérpretes. Su pas de deux fue de notable expresividad y derroche técnico, al igual que sus solos. Algo similar podemos decir de Natalia Berríos y Lidia Olmos, las que junto a M. Dolores Salazar fueron el complemento de esta pareja de "bailarines estrella".


33 horas en el bar

En la segunda parte se ofreció el estreno mundial de "30 & Tr3s Horas Bar", con coreografía de Eduardo Yedro que toma como base a la música del grupo de rock chileno Los Tres, quienes tocaron en vivo sus canciones.

La sola presencia del Álvaro Henríquez (voz), Roberto Lindl (contrabajo) y Ángel Parra hijo (guitarra) provocó tal conmoción que fue evidente que una importante cantidad de público se acercó por primera vez hasta el Teatro Municipal para asistir a una función de Ballet.

Un hecho notable fue que este mismo público, que asistió en su mayoría para escuchar la música de sus ídolos, terminó rendido ante la potente coreografía de Yedro, aplaudiendo y gritando tanto por los bailarines como por los músicos. Es sin duda un acierto de programación.

La estupenda combinación entre escenografía y vestuario de Pablo Núñez recreó un bar de Valparaíso de los años '30, dividido en dos niveles y con una tarima para ubicar al grupo. Esto permitió el fluido desplazamiento de todo el cuerpo de baile. Del mismo modo la iluminación de Alberto García creó ambientes que lograron gran éxito en la gradación desde la noche hasta el amanecer, con la vista de los cerros del puerto. También acentuó la belleza del vestuario.

Para este ambiente el coreógrafo creó todo tipo de situaciones: desde las románticas hasta la tensas o humorísticas, haciendo bailar en solo, dúos y tríos, o a una gran cantidad de bailarines simultáneos, casi todos en acciones muy diferentes, tal como ocurre en un bar popular. En este aspecto la compañía mostró una gracia y disciplina estupendas, pues todo fue coherente en medio del aparente caos.

La música de Los Tres justifica toda su fama. Gracias a su reconocida calidad,  podemos objetar la afinación y dicción del vocalista, pero esto pasa a un segundo plano gracias al peso de la creación musical. También se agregó un pianista (Patricio Meneses), fundamental en varios momentos, por el ambiente que logró crear y por su tremenda musicalidad y gran solvencia


Los bailarines salen al frente

El coreógrafo Eduardo Yedro supo mezclar con inteligencia las diversas canciones, manteniendo el interés gracias a los contrastes de carácter que se observan entre ellas. Del mismo modo también sacó gran partido de todas las partes instrumentales.

En el aspecto dancístico, Yedro logra a partir de lo clásico un acercamiento a lo popular, creando una interesante galería de personajes que permitió el lucimiento de varias de sus figuras. Rodrigo Guzmán, en el papel del dueño del bar, realizó una de sus mejores presentaciones, con soltura y buena técnica. En esto compartió honores con Andreza Randisek, como su amante.

Muy convincente fue el gangster de José Manuel Ghiso. Sofía Menteguiaga bailó en gran forma a la "diva", mientras que el insistente e impertinente "periodista" fue muy bien perfilado por Gabriel Bucher. Genialmente divertidos, y mostrando una técnica estupenda, estuvieron Esdras Hernández, Nicolás Rojas y Guillermo González, como los mozos del bar, quienes además hicieron malabares con el barman de Mauricio Vera. Sólida en toda la línea fue la cueca del "borracho", a cargo de Italo Jonquera, que arrancó ovaciones.

Para el resto sólo caben alabanzas en un trabajo que demostraron gozar intensamente, y que contó con el acompañamiento de uno de los conjuntos más emblemáticos en la música popular chilena.

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