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Viva la vida (or Death & all his friends)

11 de Junio de 2008 | 13:04 |
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También Kylie Minogue se metió al estudio en el que se grababa el cuarto disco de Coldplay. Cantó con ganas pero el resultado le pareció a la banda “demasiado sexy” para el álbum. No es que Coldplay sean sólo músicos ultracorrectos: su sonido es también pálido, contenido, ascéptico, y en la escala de sex-appeal es probable que se encuentre en las antípodas de James Brown. Ha habido grandes bandas pudorosas, pero a los de “Yellow” tampoco podemos ubicarlos cerca de una maquinación cerebral tipo Kraftwerk. Coldplay juega en un terreno asumidamente recatado, de buenos yernos, y al cual se entra para entretenerse un rato, pero no para sudar ni dejar la vida en ello.

Si la banda contrata a Brian Eno, un productor prestigioso y efectivo en los grandes objetivos, no es para que sacuda su esencia burguesa, sino que para que los salve de la predecible rigidez a la cual los encaminaba hasta ahora su discografía, tan exitosa como falta de imaginación. En tal sentido, Eno ha hecho un magnífico trabajo: Coldplay ya no es la banda millonaria que quiere parecer “indie”, sino un grupo que asume su alcance global y se permite sonar con ostentación. Las similitudes con U2 (el grupo al que el propio Eno hizo universal con The Joshua tree) son evidentes: canciones rock de tintes épicos, acomodadas sobre arreglos adultos (el oído percibe más violines que guitarras en temas como “Yes!” y “Viva la vida”), letras menos personales y más “humanistas”, crescendos ideales para la agitación de estadios, abandono del riff como único gancho.

Si ser “la mejor banda del mundo” tiene que ver con impacto y no con propuesta, Coldplay se acomoda muy bien en este cargo pomposo y seguro, de apariencia arriesgada pero sin real aventura. Tal como lo hizo antes con U2 o James, Brian Eno ha resultado el productor ideal para llevar a la banda a nuevos territorios sin incomodarlos del todo, sin hacerlos abandonar los buenos modales ni la cortesía que dicen que conquistó al corazón de Gwyneth Paltrow. Hay casi “rock pesado” en el single “Violet Hill”, casi experimentación en “Death and all his friends”, casi pop en “Lost?” (single seguro y efectivo, sin caer en el baladismo insípido tipo “Fix you”).

En esa apuesta estratégica y gatopardesca, Coldplay triunfa: nos ha entregado un disco mejor de lo esperado (y hay que agradecerlo, porque estos temas serán ineludibles durante los próximos doce meses), al que no lo ahoga ni su título rídiculo (¿qué es eso de mezclar una frase de Frida Kahlo con una pintura sobre la Revolución Francesa?) ni la ya irremediable timidez creativa de sus gestores.

—Cristina Hynde

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