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Qué buen invento

Desenchufar instrumentos ya no es excusa para que una artista como la mexicana inicie una nueva gira. Por eso, ella dio varios pasos hacia delante y vistió con nuevas sonoridades sus éxitos. Y así, claro que dan ganas de volver a verla.

27 de Agosto de 2008 | 13:06 |
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El público chileno conoce a Julieta Venegas desde 2001, cuando actuó en el Teatro Oriente. De todas sus siguientes presentaciones, ésta ha sido la más novedosa.

Cristián Carvallo

Julieta Venegas ya ha calentado en algo los motores de su concierto "desenchufado" en Espacio Riesco, cuando por primera vez en la noche toma asiento detrás de los teclados, para interpretar "Lento". En cualquier circunstancia la canción, uno de los máximos hits en su etapa de estrella pop latina, tendría al público coreando de la primera a la última fila, pero esta vez lo que produce es un atento y sorprendente silencio. Romántico como siempre, el tema ahora suena íntimo, más melancólico que colorido, y la entrada en el coro de cortinas de cuerdas y vientos lo transforman en una pieza casi conmovedora.

Son las apuestas de la mexicana en su show "unplugged", del que ya dio muestras en su presentación para MTV, en el disco que de allí surgió y, esta noche, desde la apertura con "Limón y sal" (cerca de las 22:00 horas y tras el teloneo de la chilena Sabina Odone). En esa primera canción, Venegas avisa que este concierto no será igual a otros que le hemos visto. La canción que da nombre a su cuarto álbum suena esta vez con cierto aire swing, algo entre el dixieland y lo circense, que le proveen sobre todo los delicados arreglos de cuerdas y vientos.

Son esas incorporaciones las que otorgarán un sello a su repertorio, además del diálogo entre charango, cuatro, banjo y hasta un serrucho, instrumentos que proveen de nuevas sonoridades para vestir éxitos como "Algo está cambiando" y "Algún día". Temas que suenan corpóreos, orgánicos y complejos, pero sin perder la esencia lúdica, romántica y floral de la mexicana. Un entorno sonoro que se acompaña de luces más bien bajas, además de los mismos bordados de su show para MTV colgando al fondo del escenario, configurando una entrega de tanta intimidad como para empatizar y tan poca como para no aburrir.

De este modo, para las cerca de tres mil personas —en su mayoría mujeres que bordean los 20— que llegaron a Huechuraba, no se trató simplemente de volver a escuchar a la cantante tras sus pasos por escenarios como el Teatro Providencia, el Caupolicán, el estadio Víctor Jara y el Festival de Viña del Mar, todo en apenas un lustro. Ésa sería una simple repetición de escena, como a la que acuden visitas que justifican nuevos aterrizajes en el boom presente o en la reputación pasada. Venegas, en tanto, expone su búsqueda, inquietud, dinámica y apuestas a quien quiera compartirlas. Y así, claro que dan ganas de volver a verla.

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