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Pintando con témpera

No cae en poses ni afectaciones. Es poético pero enrabiado como un chileno común y corriente. Uno de los cantautores del momento lanzó en un Teatro Oriente abarrotado su segundo álbum solista.

27 de Agosto de 2008 | 14:01 |
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Manuel García destapó el contenido del disco Témpera con el orgullo de un artesano que exhibe piezas que pulió.

La Segunda

Esta línea podría decir que fue un concierto redondo el de Manuel García en el teatro Oriente, estrenando su segundo álbum Témpera (2008), pero no, no sucedió exactamente así. García, voz local de un género poético y discursivo como la trova, protagonizó un lanzamiento de intensidad volcánica.

Hubo yerros -la calidad del audio y las pausas para afinar pasaron de simpático desliz a piedra en el zapato-, pero el artista desplegó un inteligente mapa para descifrar su entrega ante una sala que no dio abasto. La gente debió sentarse incluso en las vías de evacuación.

Partió solo García, con la guitarra de palo y el pelo enmarañado como un Dylan a punto de descubrir la electricidad. Mostró las canciones que no quedaron en Témpera, y luego destapó el contenido del disco con el orgullo de un artesano que exhibe piezas que pulió y pulió. Es música melancólica la suya, dibujada con los mismos trazos que dominaban hasta la maestría Violeta Parra y Víctor Jara, dos de sus influencias más notorias, reflejados en títulos estremecedores como “Los colores” y “Pañuelí”. También se rinde ante la lección de los Beatles (“Canción y plegaria” junto a un grupo de cámara), que pregona pop bello y conmovedor con cuerdas y vientos.

Pero lo mejor de Manuel García no es que continúe la tradición de insignes, sino su actitud. Encarna el folclor urbano que transita desde la nota limpia hasta guitarras distorsionadas, sin caer en poses y afectaciones. Canta poesías, pero está enrabiado como un chileno promedio. Y ese sentimiento, en vivo, lo transmite.

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