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Piazzolla, fantasías tangueras

Los arreglos expuestos para las obras del máximo modernizador del tango argentino, no siempre fueron los adecuados. Por momentos apenas sobrepasaron la cota de lo suficiente

17 de Septiembre de 2008 | 16:34 |
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Luis Roggero, violinista argentino que debió sumarse a última hora, imprimió ese sentimiento porteño que no cualquier músico podría evocar.

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Una maratón con obras de Astor Piazzolla se escuchó en el último concierto realizado por la Orquesta Sinfónica de Chile, bajo la dirección del venezolano Rodolfo Saglimbeni. Piazzolla es sin duda uno de los músicos argentinos de mayor fama internacional, y sobre la base a sus obras creadas para bandoneón con otros instrumentos se han realizado múltiples “arreglos”, algunos de los cuales solo han logrado diluir la esencia de los originales.

Fue lo escuchado en esta oportunidad con algunos de los títulos presentados, pues eran verdaderas “fantasías” sobre las melodías de Piazzolla que se alejaron del espíritu que impregnaba el original. Otra característica de este concierto fue el hecho de que las obras se ofrecieron finalmente en un orden diferente al del programa impreso. Incluso se eliminó una de ellas, se incluyeron otras dos y se sustituyó al solista anunciado por enfermedad del original. Toda una alteración para la versión que la orquesta había ensayado para “Las cuatro estaciones porteñas”.

Milonguita y tangazo compadrito

Estas variables pudieron haber desembocado en un desastre, pero fueron superadas por la pericia de Saglimbeni y el profesionalismo de la Orquesta Sinfónica, que llevaron a buen puerto la empresa. Los fanáticos que repletaron el teatro celebraron sin reservas.
La orquesta tuvo en general un alto rendimiento para la serie de obras que no significan un desafío mayor para su nivel técnico.

El carácter entre popular y docto que envuelve la “Milonga del Ángel” inició la presentación, en un arreglo que recuerda fuertemente los musicales estadounidenses, guiada por la mano segura de Saglimbeni. Luego se escuchó el arreglo para “Las cuatro estaciones porteñas”, para violín con orquesta de cuerdas y piano obligatto. En este caso nos hacemos la pregunta, ¿era necesario contratar a un solista extranjero, cuando las breves partes para solista no revisten mayor exigencia?. No pretendemos desmerecer la participación de Luis Roggero, quien debió aparecer como reemplazo a última hora, y entregó el espíritu porteño a las obras. Contó además con la valiosa participación del piano, que sí cumple una labor de gran peso y destacados solos del chelo en varias secciones de las cuatro partes de la obra. Ante la euforia de los fanáticos, Roggero ofreció una sensible pero no muy afinada versión de “Escualo”.

Sólo correcta nos pareció “La muerte del Ángel”, por su inicio un tanto confuso. Destacó ahí el solo de Alberto Dourthé, de gran musicalidad. Tal vez la obra que mayor fama le haya dado a Piazzolla, es “Adiós nonino” cuyo “arreglo” no pasa de ser una fantasía a partir de la melodía original. A veces recuerda a Gershwin y a otros compositores, y así pierde totalmente la gracia y belleza del original. La pulcritud de la orquesta no fue tan evidente en la versión. Lo mismo con “Oblivión”, que no pasa de ser una balada popular con una sección interesante para las maderas.

Pero un cambio importante se observó en “Tangazo”, escrita para gran orquesta por el mismo Piazzolla, donde fue evidente el gusto de la orquesta por ella, desde su inicio en las cuerdas, que en este caso lograron un gran desempeño. Debemos destacar además al oboe y al corno solistas en una sección en contrapunto con el conjunto, fragmento de gran interés. Otro factor destacable en ella es el uso de los contrastes dinámicos y las progresiones. Saglimbeni condujo a la sinfónica con gusto y estilo tanto en esta obra, como el resto del programa, encantando a la legión de fanáticos de Piazzolla, que perdonan incluso arreglos que a veces no hacen justicia a su creador.

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