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Viejos cracks, nuevos románticos

En una noche tan llena de éxitos como carente de glamour, el grupo de Simon Le Bon demostró que todavía tiene cuerda y razones. Es cierto que la facha y el entorno ya no son los de antes, pero su amplia lista de hits continúa siendo infalible.

10 de Noviembre de 2008 | 12:45 |
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Simon Le Bon tiene algo más de barriga y algo menos de agilidad, pero sigue cantando como en los buenos años. El problema es otro: Demasiados escupitajos en vivo para una estrella pop de tal glamour.

Álex Valdés.

Si hay algo que ha caracterizado a Duran Duran a lo largo de su trayectoria, es su asumido y proyectado apego al estilo. Cuotas de glamour, algo de ambigüedad y cierta inclinación hedonista, los transformaron en todo un ícono de los '80 y en emblema de los principios que pudiera haber tras el pop. Prueba clara de ello es la imagen del grupo estampada regularmente en los flyers de discotecas como Blondie y Bal-Le-Duc, y divinizada semana tras semana en las pantallas de los mismos locales.

Si con su asistencia al tercer show del grupo británico, la noche de domingo en la Arena Movistar, alguien pretendió empaparse un poco de esa estampa, hay que decir que llegó al lugar equivocado. Si, en cambio, en sus intenciones no había más que remomorar un catálogo de éxitos como pocas bandas pueden darse el lujo de lucir, y cambiarle un poco la cara al siempre tibio último día de la semana, entonces lo más probable es que no haya salido defraudado.

Porque la banda británica recurrió a su extensa batería de hits para dar cuerpo a un show de grandes éxitos, con la excusa de presentar el recién publicado disco Red carpet massacre. Un álbum de tintes electrónicos que reduce a la mínima expresión la participación del baterista Roger Taylor —también de bajo cometido en vivo, pero bien cubierto por las consolas del siempre lacónico Nick Rhodes—, y del que emanó la canción de apertura, "The valley", registrada en el disco con una tibieza al borde de la flojera, pero interpretada en vivo con una potencia que transforma a esa grabación prácticamente en un acto fallido.

Luego de esa entrada, las presentaciones de Red carpet massacre se transformaron casi en una excepción (cuando no en una mancha), en medio de un enorme predio de sandías caladas. "Rio", "The reflex", "Hungry like the wolf" y "Wild boys", entre muchas otras, sonaron digna y eficazmente, gracias a los aceitados engranajes del grupo y a la muy bien conservada garganta de Simon Le Bon.

Es cierto que los movimientos del cantante no son todo lo sensuales y enérgicos de antaño, que su barriga es hoy algo más prominente, que incomodaba a la vista con un recurrente escupitajo hacia atrás, que la escenografía era derechamente fea y precaria, y que ninguno de los músicos mostró virtuosismo alguno en los solos de la excesivamente larga ronda de presentaciones (una eficaz manera de arruinar "Girls on film"). Todas señales a las que muchos se referirán de buenas a primeras como síntomas de decadencia, en un calificativo que sería derechamente injusto. Lo que sí hubo fue cierto descuido y dejadez, pero eso no debe extenderse a la evaluación general del grupo. Duran Duran envejece, es cierto, pero lo hace con una vitalidad, dignidad y capacidad de mirar adelante que muchos se quisieran.

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