Eran un trío de rock desprolijo y callejero y así se oye tanto en sus primeras grabaciones, Por el rock & roll (2005) y Sinvergüenza (2006), como en el eco de sus primeras actuaciones en el circuito santiaguino de bares. Y no es que hayan perdido ese carácter, pero en su tercer disco Los Gatos Negros dan una sorpresa al apuntar más alto.
Si partieron como una banda hermana de grupos como Viernes Muertos, División Usados o Dion al borde del rock pesado, la naturaleza blues que ya estaba insinuada en sus comienzos ahora se acomoda. Hay rock con ruido de motores en "Pastillas", pero "El amargo sabor" es un blues de lleno, con los tres acordes de reglamento y la letra de amor adolorido incluidos. "CNN" también, con los tres acordes y una letra de protesta. Y también "Delincuencia", con tres acordes, armónica y una letra contra la tolerancia cero.
El trío básico de guitarra, bajo y batería está ampliado aquí con armónica, saxo, coros y hasta momentos de instrumentos andinos, y en el nuevo sonido de Los Gatos Negros son importantes los músicos invitados, en particular Camilo Salinas, presente en todo momento con pianos acústicos y eléctricos y órganos que dan peso al blues. Hacia el final, en "Vacío" incluso se alejan del molde rockero para una letra casi onírica, y entre las letras aquí están el manifiesto romántico del rockero que sólo ofrece su vida aventurera y la crónica dura de "Arleen", pero "Potosí" se trata de la colonización española en América y el mismo título del disco está expropíado a la película original no para hablar de América (EE.UU.) sino para hablar de de América (América). La estrofa final de "American dream" es significativa. "Yo sé lo que tú opinas y nos criticas / por creer que es nuestro el rocanrol… / No nos interesa actuar ni figurar / como dueños del blues de verdad", canta el vocalista Edo Agrela, y a primera oída parece una proclama rocanrolera típica, pero bien podría ser todo lo contrario.