Después de la separación del trío de pop con revestimiento electrónico Hombre Nuclear en 2007, Francisco Pinto no ha perdido el tiempo, y ya suma dos discos personales en dos años, entre Warm milk (2007) y Boo boo (2008). El último es en la práctica casi un volumen doble, donde este músico chileno confirma su inclinación por las bases programadas, y donde una gran cantidad de temas instrumentales permiten destacar algunas canciones elegidas, con letra y voz.
Boo boo sigue la lógica de los álbumes de la era del long play o de la cassette, con lado A y lado B y un total de dieciocho pistas. Las primeras son instrumentales y ésa es la mayoría, entre un comienzo promisorio como el de "Triangle" y transiciones bailables como las de "Your way" o "Nakedbot", y en todos ellos el sonido es definido. Francisco Pinto hace sus programaciones al modo del tecnopop de los '80, con alta fidelidad, melodías efectivas, líneas de bajo adictivas, sonidos de teclados brillantes y ritmos que imitan la lógica y los timbres de baterías de verdad.
Cuando hay que cantar también recoge esa escuela. Éstas son canciones pop en las que, tal como en 2008 también hicieron Sokio y Efectos Espaciales, Francisco Pinto convoca a cantantes invitados. En "Metrópolis" y sobre todo en "El arco de las cosas" se reconoce el estilo del cantautor Javier Barría en un par de buenos encuentros, tal como la voz etérea ayer y hoy de Evelyn Fuentes, cantante de Christianes, se mimetiza aquí en el jardín electrónico de "Lluvia de truenos", y "Sol morir" se oye con efecto de vocoder a cargo de Cristóbal Mancilla, también ex integrante de Hombre Nuclear. A veces el pulso es lento, como el de "Sabrina", sólo con guitarras acústicas y una melodía simple en un efecto similar al de "The chauffeur" en el segundo disco de Duran Duran, y a veces es muy efectivo para bailar, como cuando "Maldita Marisol" parece un eco de Daft Punk, un dúo que a su vez se hizo eco de ese tecnopop inicial para volver a la pista. Tecnopop para cantar y bailar.