El tenor chileno Luis Olivares fue el punto más alto entre los solistas en el escenario del Teatro Municipal.
Héctor FloresEl Teatro Municipal de Santiago programó para este mes de enero tres conciertos de Extensión con la Orquesta Filarmónica de Santiago. El primero de ellos consultó como única obra la celebérrima “Sinfonía N° 9 en Re menor Opus 125 Coral” de Ludwig van Beethoven, y como es ya una costumbre, el público abarrotó hasta los límites la capacidad del teatro.
Cuatro de los mejores solistas de nuestro medio, el magnífico Coro del Teatro Municipal que dirige Jorge Klastornick y la orquesta de la casa dieron vida a la versión dirigida por José Luis Domínguez. El concierto que comentamos tiene luces y sombras, momentos excelentes y otros bastante mejorables.
Las luces las entregaron el coro y los solistas, así como algunos miembros de la orquesta en sus partes a solo. Los momentos débiles los encontramos en los dos primeros movimientos. Si bien Domínguez dirigió de memoria estos dos movimientos, pensamos que su dirección se limitó a marcar pulsos, descuidando la expresividad. En el primero los balances fueron en general descuidados, desapareciendo en muchas ocasiones el noble sonido de los violines. Un factor que creemos influyó en ciertos desajustes fue la velocidad impuesta por el director, así como sus gestos de gran dureza que desdibujaron los fraseos. Tampoco se evidenció una progresión con sentido dramático.
El segundo movimiento se caracterizó por acercarse más al carácter de “scherzo”, con fraseos y pulsación más claros, a pesar de la dureza de muchos de sus pasajes. El trío del movimiento fue confuso en los diálogos entre las maderas y cornos. Además el balance sonoro impidió la claridad de algunos motivos. El abrupto final que retoma el tema inicial se diluyó sin mayor gracia.
Por fin, el cuarto movimiento
El “adagio molto e cantabile” que le sigue presentó un vuelco con evidente musicalidad, apareciendo claridad en los temas y fraseos de gran expresividad. En esta sección, Domínguez mostró parte de sus condiciones musicales como director. El cuarto y el más célebre de la sinfonía mostró en primer lugar un noble y musical sonido en el “recitativo” de chelos y contrabajos. Luego, cuando aparece el tema central, fue tomado demasiado rápido, lo que le restó lirismo. Y la progresión hacia el forte del tutti, fue poco marcada.
La versión ganó mucho con la entrada de los solistas y el coro, evidenciando un sentido de cuerpo de gran musicalidad, con un director mucho más inspirado que dio casi todas las entradas (el coro conoce demasiado la obra como para que esto influya en su rendimiento). El final provocó la euforia colectiva, que casi siempre provoca esta obra.
El sólido cuarteto solista cantó con excelente fonética, con fraseos inteligentes y balanceando muy bien su volumen. Fue integrado por la soprano Patricia Cifuentes, que mostró además de su bello timbre, caudal vocal generoso, musicalidad y expresividad. La contralto Evelyn Ramírez lo hizo con la solvencia y belleza vocal que le es habitual. El tenor Luis Olivares demostró que se encuentra en un gran momento de su carrera: muy expresivo, de gran belleza vocal, con seguridad en toda la tesitura, diremos que la su parte a solo fue simplemente notable. El exceso de entusiasmo traicionó un poco a Homero Pérez-Miranda en su primera intervención, para luego integrarse con musicalidad y su bello timbre a un cuarteto del más alto nivel.
El Coro del Teatro Municipal se expresó una vez más con su impronta de calidad musical, con hermosas y timbradas voces, fraseos impecables, fonética estupenda, musicalidad y expresión de excelencia. El público no escatimó ovaciones con ellos al final del concierto. En síntesis, un regalo para un público que abarrota los teatros en estos conciertos de extensión, los que además permiten a muchos aficionados acceder a buenos programas y a precios muy convenientes. Las objeciones se diluyen ante el júbilo del público que ama una de las más grandes obras de toda la historia de la música.