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Soplidos fuertes y débiles

Ha pasado una temporada desde que se estrenara esta ópra chilena en el Teatro Municipal. Ya fue editada en un disco por el sello Oveja Negra, y a pesar de que constituyó un hito en la música actual, su creador aún está en el camino de alcanzar mejores resultados. Lo mejor, la régie de Rodrigo Claro.

22 de Enero de 2009 | 10:55 |
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El creador de las partituras de ''Viento blanco'', Sebastián Errázuriz. Los textos fueron preparados por los hermanos Ossandón, y la inspiración la entregaron los 45 reclutas que murieron en las laderas heladas.

El Mercurio

En el marco del festival Santiago a Mil, y a casi un año de su estreno, volvió a subir al escenario del Teatro Municipal la ópera del compositor Sebastián Errázuriz “Viento blanco” (que obtuvo el Premio de la Crítica Ópera Nacional 2008). Basada en la tragedia de Antuco, conmovió fuertemente a los espectadores. Al decantar el estreno, y al observarla en una segunda oportunidad se confirman sus aciertos, tanto como sus debilidades.

Entre estas últimas se encuentran algunas del libreto (los hermanos Felipe y Rodrigo Ossandón), que no desarrolla perfectamente las progresiones dramáticas, lo que se ve también reflejado en la partitura, con muchas secuencias planas y con manejo poco claro de los clímax. Del mismo modo, en la orquestación existen momentos extraordinariamente logrados, como todas aquellas secuencias en que las cuerdas tienen un rol preponderante. Pero eso se contrasta con un exceso de ostinatos de carácter rítmico, utilizando instrumentos de percusión y bronces que no contribuyen en las acentuaciones dramáticas.

Sebastián Errázuriz es un compositor joven, cuya primera aventura en la lírica es este trabajo. Por ello resulta inútil exigirle perfección. Esta viene con la experiencia, y como en su trabajo se nota intuición, creemos que es cuestión de tiempo. Ya trabajará mejor las voces, pues generalmente utiliza una franja de tesitura que no distingue sus timbres, en particular en los varones. Los agudos vendrán como necesidad de algo expresivo, y no en forma gratuita como ocurre en ocasiones, como tampoco expondrá a algunos cantantes a notas casi imposibles.

En el trabajo de los coros encontramos sus mejores resultados, por el uso melódico expresivo y una adecuada traducción del texto a la música, así como un mejor manejo en la progresión dramática. Sin duda que el gran respaldo de la ópera está en la régie, la escenografía y el vestuario de Rodrigo Claro. En las escenas del patio, del gimnasio y del refugio en su frialdad se anticipa la tragedia, para finalizar en la estupenda escena del epílogo que posee conmovedora fuerza.

La régie acentuó más en esta ocasión algunos roles, como la evolución de las periodistas, superficiales y casi faranduleras al comienzo, para compartir luego el dolor de los familiares al final. En la escena de la carta –uno de los  mayores logros de la partitura-  resulta hermoso ver al recluta leyendo, mientras se escucha la voz de la enamorada, la que aparece luego sutilmente en un costado del escenario. También se acentuaron los papeles de algunos familiares, como la madre y el padre del recluta 2, o el orgullo del padre y el hermano del recluta 3, así como el de la familia mapuche.

Los intérpretes

Homero Pérez-Miranda encarnó en gran forma, tanto vocal como actoral, a su desagradable “Sargento”, quien se humaniza sólo hacia el final. Algo similar ocurrió con Pedro Espinoza como el “Mayor”, mostrado como un obsesivo de la norma sin medir las consecuencias. El perfil exacto al dolido “Comandante en Jefe”, lo dio Pablo Oyanedel, quien conmovido por la tragedia debe dar cuenta a los padres de los funestos hechos.

La sobreprotectora “Madre del recluta 2” encontró una vez más en Carmen Luisa Letelier la intérprete justa. El “Padre del recluta 3”, cantado por Pablo Ortiz, convenció plenamente como el orgulloso progenitor que desea el destino militar para su hijo. Daniela Ezquerra estuvo estupenda como la novia. Madelene Vásquez y Maribel Villarroel, excelentes como las periodistas, y sólo correctos en sus roles fueron Juan Pablo Dupré, Sergio Gallardo y Mauricio Miranda como los tres reclutas protagonistas. Ahí la música es bastante plana para ellos. Sergio Gómez entregó humanidad al papel del “Padre del recluta 2”. Con gran soltura vocal y actoral se vio al niño José Miguel Valdés como el “Hermano del recluta 3”.

La Orquesta Filarmónica respondió profesionalmente bajo la dirección de José Luis Domínguez, quien en esta oportunidad cuidó los balances con los cantantes. Un reestreno de una obra que vino a ratificar la importancia de la creación lírica en nuestro país, que contó con el apoyo del Fondo de Fomento de la Música Nacional y del Teatro Municipal de Santiago.

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