Sucede algo extraño con Los Cosmoparlantez: podrían ser una banda con más de quince años de trayectoria o una nueva agrupación que recién ingresa a las ligas del punk rock. Por esto su disco homónimo puede ser considerado un debut y al mismo tiempo una segunda experiencia en las salas de grabación. La doble visión de la banda que llegó a la final de Garage Music se debe a su paso de quinteto a cuarteto y también a su cambio de rótulo, de LCP a Los Cosmoparlantez. ¿Habrá sido una manera de demostrar un paso a la adultez? Tal vez, pero resulta más bien un paso de la niñez a la adolescencia.
El sonido de Los Cosmoparlantez tiene más carácter que su antecesor, Diaporama, (2005), lanzado cuando el nombre de la banda eran tres letras. Hay mayores juegos con los sonidos punk y pop, que consiguen un tipo de composición con canciones muy melódicas, como “Hacia el mar”, y otras más revoltosas como “La contra parte”, encargada de dar la bienvenida al disco. El paso del primer álbum al segundo tuvo otro cambio importante: el productor. Esa placa inicial estuvo a cargo de Juan Carlos Duque, quien ha trabajado con artistas pop como Nicole, Andrea Tessa y el trío Ariztía, mientras que la segunda incluyó en esa posición a Daniel Guerrero, encargado de producir discos para María José Quintanilla y Gloria Simonetti.
Los Cosmoparlantez se atreve a incorporar sonidos electrónicos y voces distorsionadas, que en momentos podrían ser abusivas en temas como “Traje azul”, “Como el sol” y “Cámara lenta”. Por otra parte, una de sus mayores características es la alegría generalizada del cuarteto, que se demuestra en las animadas baterías y guitarras de “No tengas miedo”, “Regalé mis ojos” y “Ven a amanecer”. El romanticismo es otro factor clave del álbum, caracterizado por letras referentes a relaciones amorosas y a la tristeza nacida de los quiebres sentimentales. Una temática que junto al sonido punk banda podría hacer delirar a un estadio completo de adolescentes.
—Francisca González