MADRID.- El escritor argentino Tomás Eloy Martínez cree que con el nuevo presidente estadounidense, Barack Obama, se abre un capítulo de esperanza en el país, pero también que el futuro es incierto.
"No quisiera estar en la piel de Obama. El trabajo que tiene es inmenso, y si puede o no hacerlo también dependerá de la colaboración de la mayoría de la sociedad", dijo en Madrid, donde presenta estos días su novela "Purgatorio", centrada en el tema de la memoria y el poder.
"Por lo que sé, porque enseño allí, tengo estudiantes allí, la gente quiere poner el hombro, quiere apoyarlo. Pero si Obama toma decisiones equivocadas, y puede hacerlo, es muy fácil", no podrá revertir algo que el gobierno de George W. Bush destruyó en apenas ocho años.
"El daño infligido ha sido muy grande, muy profundo. Ese país está arruinado, y no en lo económico solamente, lo cual ya sería grave, sino arruinado en su ética, sus valores han sido derrumbados y arrojados al suelo. Construir la democracia es muy difícil en cualquier parte, destruirla es un acto muy veloz, muy salvaje, y difícil de reparar".
De hecho, "Purgatorio" habla de los años de la última dictadura argentina (1976-1983), cuando la junta militar hizo "desaparecer" a decenas de miles de personas, además de la democracia y la libertad.
Tomás Eloy Martínez, que reflejó en sus libros muchos aspectos históricos de Argentina, como en "La novela de Perón", "Santa Evita" o "La pasión según Trelew", vuelve a mezclar elementos reales con ficción en "Purgatorio", en un esfuerzo buscado además por mostrar la irrealidad y locura de aquellos años.
"El clima de irrealidad es deliberado, hay una frontera vaga entre la vida y la muerte, el sueño y la vigilia", señala. "El eje de la novela es la reflexión sobre lo que desaparece", tanto lo que existió como lo que nunca estuvo allí.
Sin embargo, subraya que no se trata de un libro político, sino sobre la memoria. "Es básicamente sobre la memoria y un intento de recuperar el tiempo perdido por el exilio. Del exilio no se vuelve, ni tampoco es posible recuperar el tiempo perdido, como bien dijo (Henri) Bergson, el filósofo francés de la memoria".
"¨Por qué la escribí? Porque es una necesidad personal para quien fue expulsado de su propio país no por razones políticas sino simplemente por el ejercicio autoritario del poder sobre los seres humanos", subraya.
Y añade que ese ha sido el eje de su obra: "La condición humana y la condición humana sometida al poder. Ya sea en el orden doméstico, en la vida familiar, padres sobre hijos, maridos sobre esposas, periodistas jefes sobre periodistas escritores, todas las gamas posibles del ejercicio del poder sobre los hombres".
En el libro, la protagonista, Emilia Dupuy, pierde a su marido, que es un desaparecido más de la dictadura. Pero a la vez es hija de un funcionario e ideólogo del régimen, y por tanto se ve sometida a una contradicción enorme al ser una persona culta, supuestamente informada, y a la vez no querer enterarse de la realidad.
"Emilia es la sociedad argentina, que miró para otro lado", afirma el autor, nacido en Tucumán en 1934. "Tenía el horror delante de sus ojos y miró para otro lado". Suele ocurrir por temor, para salvarse, o porque se cree que el horror no le incumbe a quien decide ignorarlo. "Pero en el caso de Emilia es más grave, porque su marido está muerto, entonces su padre es un asesino, y su madre una cómplice, y ella también es una cómplice pasiva".
La sociedad agentina se dejó arrastrar, permitió que la dictadura se impusiera. "Las tiranías no ocurren si no hay una muchedumbre de cómplices que las secundan. Sin el asentimiento, el consentimiento, la indiferencia o la negligencia de la mayoría, nada de eso sería posible", subraya el autor.
"La libertad no es un don que recibes -añade-, es algo que debes ganar cada día".