BERLÍN.- En el día del estreno mundial de su nuevo trabajo, "Singularidades de uma rapariga loura", durante cuyo rodaje celebró su centésimo cumpleaños, el director portugués Manoel de Oliveira recibió hoy la noticia de que sería honrado con una Cámara de la Berlinale.
Este premio honorífico, que el festival concede desde 1986 a personalidades o instituciones del ámbito cinematográfico a los que se siente especialmente vinculado y a los que quiere manifestar su agradecimiento, ya fue entregado en esta edición al cineasta francés Claude Chabrol y al productor alemán Günter Rohrbach.
De Oliveira es el director en activo de más edad. Su debut fue en la época del cine mudo. Entre sus trabajos figuran "O Passado e o Presente" (1972) y "O Convento" (1995), entre muchos otros. En la Berlinale estuvo en cinco ocaciones. La ultima vez fue en 1995 con "O dia do desespero" y "A caixa".
"Singularidades de uma rapariga loura" ("Excentricidades de una chica rubia"), una coproducción con España, se presenta en la sección Berlinale Special.
Oliveira, una auténtica leyenda viva, cumplió 100 años el pasado 11 de diciembre. Siempre comenta que su energía se la debe al trabajo. "Lo que realmente me agota es estar parado (...) Si dejara de rodar, dejaría de vivir", sostiene. "Me gustaría morir rodando".
Pese a que la crítica coincide en elogiar la brillantez de su obra, colocándole a la altura de directores como Jean-Luc Godard, Luis Buñuel o Federico Fellini, para el gran público el realizador luso es casi un desconocido.
Al patriarca del cine europeo eso no le preocupa. "Simplemente intento fijarme en la complejidad de las cosas, aún cuando ello no me reporte beneficios", señala, para subrayar que el éxito y la celebridad no le interesan. Como tampoco le interesa el cine comercial. "Yo hago cine de resistencia", afirma.
Considerado un "poeta visual", Oliveira demuestra su carácter incombustible rodando un film por año. El más reciente, un cortometraje titulado "Do visível ao invisível" (De lo visible a lo invisible) lo presentó en el pasado Festival de Venecia. Cuatro meses antes, en Cannes, recibía una Palma de Oro en honor a su larga trayectoria.
Entre los films más conocidos de su producción reciente figura "Viaje al comienzo del mundo", galardonado en 1997 con el Premio Fipresci de la crítica. Es la última película que Marcello Mastroianni llegó a protagonizar antes de su muerte y en ella encarna a un envejecido cineasta: el "alter ego" de Oliveira.
El director, que aparece en algunas de sus películas en pequeños papeles, también ha trabajado con estrellas como Catherine Deneuve, John Malkovich, Michel Piccoli o Irene Papas.
Nacido el 11 de diciembre de 1908 en Oporto en el seno de una familia de la burguesía industrial, Oliveira es completamente autodidacta. Porque cuando en los años 20 comenzó a interesarse por el séptimo arte, en su ciudad no había más que un estudio de cine mudo ya abandonado.
En 1931 rodó su ópera prima, "Duero, faena fluvial", el primero de toda una serie de documentales, y en 1942 llegaba a los cines su primer largometraje, "Aniki-Bobo".
La falta de medios y la represión de la dictadura de Salazar obligaron a Oliveira a dejar la cámara durante muchos años, en los que, entre otras cosas, se dedicó a las carreras de automóviles y a gestionar la empresa familiar.
Su carrera cinematográfica en sí no comenzó hasta 1963, cuando llevó a la pantalla grande "O acto da primavera", una película sobre el calvario de Cristo rodada enteramente con los habitantes de un pequeño pueblo. En opinión de muchos críticos, Oliveira fue con sus films de los años treinta y cuarenta del siglo pasado el precursor del neorrealismo, algo que el director luso rechaza tajantemente.