La novela de Ray Loriga se ambienta en un futuro cercano y es narrada en primera persona por un vendedor de drogas legales.
AlfaguaraSANTIAGO.- Ray Loriga es uno de los mejores exponentes de la narrativa en castellano de la Generación X. Es que este escritor, guionista y director de cine español, ha sido aclamado por la crítica a ambos lados del Atlántico. Y con su novela "Tokio ya no nos quiere" (Alfaguara, 2008), Loriga se encarga de recordarnos una vez más por qué.
Ambientada en un futuro cercano, donde ya existe una vacuna contra el sida y la gente disfruta de tecnología hecha a su medida, seguimos los pasos de un vendedor de drogas legales. Pero no de cualquier sustancia, porque su mercancía es un producto que en la dosis justa, es capaz de borrar de la memoria todas las malas experiencias, para siempre.
Narrado en primera persona, Loriga pone al lector detrás de los ojos de este "vendedor", mientras recorre el mundo, pasando por Arizona, Tokio, Bangkok, Ciudad Ho Chi Minh, Berlín y Madrid. Siempre consumiendo su propia mercancía, olvidando cada vez más, incluso los recuerdos que no debía borrar.
Por eso muchas veces la narración parece errática, casi lisérgica, porque Loriga no busca contar sólo una historia, sino que el lector la vea y viva tal como lo hace el protagonista, en medio de su delirio y desenfreno.
El mundo de "Tokio ya no nos quiere" es frío y hostil: aeropuertos atiborrados de gente, impersonales habitaciones de hotel con mujeres cuyo nombre se desconoce, recorridos por autopistas desiertas en compañía de desconocidos. Y de alguna manera, esas imágenes inevitablemente traen a la memoria "Memento", la magnífica cinta de Christopher Nolan.
Esta incursión de Loriga en el género de la ciencia ficción tiene el mérito de nunca rendir el nivel de su narración a los elementos externos. No importa tanto cómo es ese supuesto mundo futuro o si existe tal o cual adelanto, sino cómo lo vive la gente día a día, llena de miedo y soledad.
Tributaria de nombres como Ballard, Dick, Gibson, Burroughs y Houellebecq, la obra de Loriga no cae ni en el tributo ni en la imitación. Por el contrario, asumiendo que el autor ya recorrió las mejores páginas de estos autores, ahora va más allá. Y recoge magistralmente los temores que plagaban el mundo al momento de su primera edición (1999). Un momento en el que el futuro se esperaba con miedo y desconfianza, bajo aquella fantasmal amenaza que era el efecto Y2K.
De hecho una de las mejores frases del libro no es gratuita: "La tristeza no tiene fin, la felicidad sí".
Esta nueva edición demuestra la total vigencia de este autor y su obra. Sin duda, una excelente puerta de entrada a la literatura y el talento de Loriga.