VIÑA DEL MAR.- Volvió a su casa, nada más. Con su nombre estrechamente ligado al Festival de Viña del Mar, Antonio Vodanovic recibió una verdadera ovación en su regreso a la Quinta Vergara, como si no hubieran pasado cinco años desde la última vez que pisó ese escenario.
"Quién lo diría, que un día como hoy nos volveríamos a encontrar", fue lo único que alcanzó a decir el animador antes de que el público comenzara a pedir para él una Antorcha, la misma que tantas veces entregó y otras regaló. "Los grandes amores nunca se olvidan", prosiguió Vodanovic, con un teclado de fondo reproduciendo la histórica cortina de TVN ("Viña es un Festival, música junto al mar").
Y si a alguien le cupo alguna duda de sus intenciones, el animador fue claro: "Para muchos la puerta quedó quizá entre abierta, hoy la vengo a cerrar definitivamente". Luego agregó: "Si mis nietos me preguntan 'por qué te marchaste abuelo', la respuesta será 'poque estaba haciendo taco' ".
El clímax de la solemnidad llegó cuando pidió dos favores: el primero, que cuiden el certamen; el segundo, "que no me olviden, porque yo nunca los voy a olvidar".
Luego, Vodanovic vivió en carne propia lo que tantas veces motivó y se llevó una antorcha de plata. Pero si él antes tiró trofeos a la chuña, esta vez pidió que no le fuera entregada la antorcha de oro que Soledad Onetto quiso regalarle.
Previamente, un video recorrió brevemente y por igual los 50 años de la historia del Festival y de Chile, alternándose Patricio Aylwin y el Papa Juan Pablo II, por un lado, con Julio Iglesias y José Luis Rodríguez, por otro.
Luego, la pareja de animadores sólo tardó segundos en comprobar que tenía al público en el bolsillo, sobre todo gracias al magnetismo de Felipe Camiroaga, cuyo nombre era coreado desde tempranas horas por el público. Pero la primera en hablar fue Soledad Onetto: "No puedo describir con palabras lo que estoy sintiendo, lo soñé tantas veces, pero es superior a lo esperado", dijo la animadora, quien agregó sin reparos que "siento que soy una mejor persona, una mejor profesional", tras su etapa de preparación para ser el rostro del certamen.
Camiroaga, en tanto, no necesitó más que abrir la boca para comprobar el afecto del público, que de todos modos Vodanovic se había encargado de pedir para la pareja de animadores.
Fue el más sencillo inicio que un Festival de los últimos años recuerde. Esta vez no hubo bailarines, variedades ni musicales, que ni con todos sus conceptos orbitando en el escenario habrían podido entregar esta cuota de emoción. Festivalera, pero emoción al fin y al cabo.