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Santana subió el nivel del Festival en jornada marcada por fuertes contrastes

El guitarrista abrió la tercera jornada en Viña con un concierto de estatura internacional, y al cierre el músico Roger Hodgson redondeó bien una noche marcada por la nostalgia rockera. En medio, Farkas no alcanzó a bajar el promedio, aunque hizo méritos.

26 de Febrero de 2009 | 07:09 | David Ponce, El Mercurio Online
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El guitarrista mexicano mostró en Viña por qué es el inventor del rock latino con todas sus letras.

Claudio Bueno

SANTIAGO.- Fueron dos preguntas las que hizo al público el cantante Roger Hodgson nada más empezando su show de anoche en el Festival de Viña. "¿Saben qué hora es?", fue la primera. Claro: eran más de las dos y media de la noche cuando le tocó recién salir a tocar. "¿Siempre es así aquí?", fue la segunda. Y ésa fue para quedarse pensando, no sólo si en efecto es normal empezar un concierto a esa hora, sino sobre todo si es normal que en un espectáculo así de programado haya contrastes tan extravagantes como los que se vieron ayer.


La tercera jornada festivalera demostró que sí, que es normal que en este sitio pase cualquier cosa. Anoche el Festival de Viña estuvo bipolar severo. Partió de verdad a la altura del mejor Festival de Montreux con Carlos Santana, pero por alguna razón el mismo escenario estaba transformado apenas un rato más tarde en un piano bar de hotel, y de bien pocas estrellas, gracias a Leonardo Farkas. En todo caso es la diferencia entre una actuación esencial y una anécdota insuficiente para bajar siquiera el promedio de la noche, en una jornada que partió alto con Santana y terminó digna con Roger Hodgson.


Carlos Santana hizo lo que hacen los grandes aquí: logran borrar que se trata del Festival de Viña e instalan aquí su propia estatura. A cuarenta años exactos de su revelación al mundo en el escenario de Woodstock, el guitarrista mexicano mostró en directo por qué es el inventor del rock latino con todas sus letras, en un concierto telúrico, espiritual y emocionante. Telúrico en el pulso de los ritmos caribeños que él mismo mezcló por primera vez con la electricidad del rock, espiritual en sus saludos e invocaciones, emocionante desde el momento en que pronunció personalmente el nombre de "Jingo" en la primera canción y a lo largo de todo un concierto donde fue posible palpar la presencia de una figura legendaria ahí al frente.


Sería romántico seguir pensando en Santana como ese casi adolescente poseído que en 1969 revolucionó Woodstock al son de "Soul sacrifice". De hecho ése fue la única canción histórica que no tocó en Viña, porque también es cierto que el Santana de hoy es un músico más cercano a la industria corporativa, y ahí estuvieron éxitos recientes como "Maria, Maria", "Smooth" y "Corazón espinado" para probarlo. Pero en vivo lo bueno es comprobar que el músico no se ha vuelto una mera máquina de ganar premios Grammy, y que el ADN original sigue vivo. "Corazón espinado" es también el mejor ejemplo: es un hit grabado con Maná en 1999, pero en el fondo siempre fue y será una nueva versión de "Guajira", una de las leyendas santaneras. Y ésas estuvieron todas para armar anoche un concierto mundial, entre la fiebre declarada de "Jingo", la dulzura taciturna de "Samba pa' ti", el misterio de magia negra de "Black magic woman" y el sabor latino inmortal de "Oye como va". La intervención final del baterista Dennis Chambers, un crédito mayúsculo en las ligas internacionales del jazz, no hizo sino consagrar la relevancia de la visita de Santana y su banda.


Al revés de jornadas como la del lunes, donde brilló el desacierto de los organizadores al programar a un autor trascendente como Joan Manuel Serrat al lado de grupos tan distintos como Camila y La Noche, anoche la actuación de Roger Hodgson sí redondeó una jornada coherente, con un músico que también apela a su modo a la historia pasada del rock. Hodgson desplegó con cercanía y sensibilidad el repertorio de su grupo en los '70 y '80, Supertramp, con argumentos nostálgicos pero válidos en éxitos reconocidos como "It's raining again", "Breakfast in America", "Logical song", "Dreamer" y, de su carrera solista ochentera, "Lovers in the wind", todo en una actuación querible pese a la hora. En medio del sandwich quedó el escueto aporte de Farkas, que sirvió para enterarse de que su show de hombre orquesta consiste en imitar sonidos de distintos instrumentos apretando las perillas de un teclado, o sea algo que literalmente cualquier niño puede hacer en su casa con un órgano de juguete. Cuando el magnate se concentró en el piano sí demostró que sabe tocar, pero su paso va a quedar apenas como anécdota. O como paradoja: el hombre reconocido por presumir de adinerado hizo el show más barato del festival.

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