Pudiendo perfectamente sostenerse como una solista, Javiera Parra ha elegido trabajar casi siempre con grupos, y no sólo de acompañamiento. Desde su trabajo escolar en bandas como Silueta, hasta Malabia, su nueva sociedad, los suyos han sido esfuerzos colectivos de responsabilidades equivalentes. Ahí la cantante ha puesto la voz para canciones compuestas y arregladas mucho más según un sentido de taller creativo —piénsese en los largos años de trabajo en Javiera & Los Imposibles— que en una variación puramente autoral-solista.
La aclaración es pertinente de modo especial para conocer Malabia, un disco en que sus tres componentes aportan composiciones, arreglos y voces casi por igual. La chelista Ángela Acuña (conocida hasta ahora sobre todo por música para teatro y cine, y grabaciones de sesión) firma cinco de los diez temas, canciones muy diferentes entre sí, pero de cómodo avance melódico, de entre las cuales “Gato mojado” es un ejemplo preciso y reconfortante de revisión autobiográfica a propósito del fin de una relación, y cuya estructura podría emparentarlo a un neo-bolero. Más ambiciosa es “Bambú” (con el stick invitado de Silvio Paredes) y más familiar “La espera”, difundida previamente en los créditos de la serie televisiva “Cárcel de mujeres”.
La dupla Parra-López firma sólo “No me imagino”, lo cual explica que éste es un disco muy diferente al que podría editar Javiera & Los Imposibles. Son canciones más quietas, más misteriosas, más autocontenidas en un universo de referencias entre amigos que han elegido, esta vez, ambientar vía electrónica, lo que en el pop radial exige que sean sonidos más reconocibles y diáfanos. Es valiente como opción profesional, y es grato como sonido de búsqueda. Si hay falta de cohesión, es probable que sea un costo elegido en pos de buscar nuevos lenguajes para un grupo que debuta y que busca a tientas —a cálidas tientas— su espacio en un circuito de pop adulto casi despoblado hoy en el país.
—Marisol García