Fuera de las fronteras de su India natal es casi un desconocido, pero su gente lo llama el “Mozart de Madras” o el “John Williams de Bollywood”. A.R. Rahman, reciente ganador de dos premios Oscar por sus composiciones para la película “Slumdog Millionaire”, ha vendido más discos que Madonna, Queen o los Rolling Stones y apenas tiene 42 años. Más allá de la locura que desata en su país, su carrera en pleno ascenso ahora busca internacionalizarse y su trabajo para el cineasta Danny Boyle es una buena carta de presentación, porque resume con concisión su principal fortaleza: la fusión de la música étnica o de raíz folclórica de su país con elementos electrónicos y la tradición clásica occidental. Como ingredientes adicionales están su sorprendente velocidad compositiva (produjo la banda sonora en apenas 20 días) y la fluidez para colaborar con otros artistas.
Con toques dance, pistas de lleno en el campo del hip-hop e “hindi-pop”, el disco es una extraña mezcla multicultural donde no hay problemas en ejecutar una melodía en sitar, mientras una base electrónica la acompaña de forma frenética. Si se pudiese hacer un paralelo, tendría que ser con “Lola, corre, Lola”, aquella película alemana que para subrayar su montaje hiperkinético utilizó el tecno como telón musical. No hay similitudes estilísticas, pero sí de objetivos. La mayoría de las canciones del disco son firmadas por Rahman y claramente demuestran su versatilidad, pasando del sonido étnico de “Ringa Ringa” al hip-hop de “Gangsta blues”. Su desliz con el dance está en “Millionaire” y “Liquid dance”, la segunda con arreglos de cuerdas que le añaden una segunda capa a una pieza que de otra forma sería sólo efectista. Rahman finalmente se desboca en “Jai Ho” –la canción que le dio un Oscar-, un número musical bollywoodense moderno lleno de condimentos: electrónica, juegos vocales, una que otra frase en español (un tropical “baila, baila”) y su hermoso cierre en la tradición clásica, bellos acordes en cuerdas y un sutil toque de flauta. M.I.A. aporta la callejera “Paper planes”, un hip-hop con aroma inmigrante que es seguida de inmediato por un innecesario remix de la misma.
En el campo de la música incidental (su segundo Oscar), Rahman aporta otras tres pistas además de “Millionaire”. En “Riots” se maneja con simples loops electrónicos, en “Mausam and escap” escribe música étnica desde pellejo occidental, como lo haría Hans Zimmer o alguien de su escuela. Definitivamente el punto alto es “Latika’s theme”, el único leitmotiv de la película que alude al idílico personaje femenino que el protagonista persigue durante todo el metraje. La voz femenina de la solista Suzanne vocaliza de forma hermosa una melodía simple, con un acompañamiento delicado en guitarra y suave orquestación. El mismo tema se transforma en canción en “Dreams of fire”, interpretada en inglés por la propia Suzanne, en una fórmula pop marketera probada desde los tiempos de “Titanic” (la dupla James Horner-Celine Dion). Pese sus méritos, esta mediática introducción de Rahman al mundo no es necesariamente la más interesante. Para eso basta escuchar sus otras incursiones en el cine de occidente: la loable colaboración con Mychael Danna en “Water” y su breve aporte para la reciente “Elizabeth: La era dorada”. Ahí Rahman, más académico y sutil, realmente asombra.
—Felipe Vásquez