“The Kinks: ¿Mejores que los Beatles, los Stones y The Who?”. La interrogante fue lanzada por la revista británica Uncut el 2004, a propósito de la reedición de The village green preservation society (1968). Aunque el veredicto fue un empate con los Beatles, hay razones para sostener que en la historia del pop-rock no hay banda más subvalorada que los Kinks.
A diferencia de Velvet Underground, que a los pocos años de su disolución ya eran celebrados como héroes del art-rock, The Kinks, en cambio, aún hoy son reducidos como los excéntricos ingleses de “You really got me”. Ni la devoción de la generación britpop (especialmente Oasis, Blur y Pulp) o los robos disfrazados de homenaje de Green Day (compare usted “Warning” con “Picture book” de los Kinks) han podido revertir es percepción hacia The Kinks. Así, los seis volúmenes de este Picture book vendrían a ser el exhaustivo intento por poner las cosas en su lugar.
Disco 1: Del garage a la canción perfecta
No es casual que esta antología abra con “You really got me” (1964). Con apenas este single, los Kinks pusieron a prueba todas las convenciones de sus contemporáneos. Partiendo por los Beatles, inmersos aun en el rock and roll de los '50 y el pop alegre del sello Tamla/Motown. Continuando luego con los Rolling Stones, que seguían practicando conservadoras versiones del R&B americano. Y finalmente, The Who, que fueron “aconsejados” por su cuestionado manager Shel Talmy -que también trabajaba con los Kinks- a escribir canciones como “You really got me”. Por cierto, aprovecharon de superar en potencia y agresión incluso al garage rock nortemericano de los Sonics y The Kingsmen, cuya versión de “Louie louie" (1963) ciertamente inspiró esta canción.
Pero el itinerario de The Kinks también incluye detenciones en el mersey beat (“I'm a hog for you baby” o “I believed you”, guiño a Lennon incluído), el rhythm and blues (“Everybody's gonna be happy”, “Time will tell”) y el blues eléctrico (“I need you”, “Milk cow blues”). Paradas que si bien comparten con el resto de la “invasión británica”, en The Kinks terminarían armando al grupo de recursos para avanzar hacia nuevas formas de hacer canciones.
Así llegamos a su avanzada lectura del folk con “This I know”, los arpegios electrificados de “See my friends”, las resoluciones melódicas de "A little bit of sunlight" o "I'm on the island", la fotografía de época en "This strange effect" o la increíble “I go to sleep”. La pieza que parecía anunciar el advenimiento de la new wave se sostiene en un staccato de piano y una progresión armónica estremecedora. De hecho, The Pretenders la versionó en The Pretenders II (1980), al igual que "Stop your sobbing". No deja de ser curioso que su líder, Chrissie Hynde, terminara casada con Ray Davies, en uno de las grandes relaciones tortuosas del rock.
Discos 2 y 3: Nostalgia y pop victoriano
Un segundo hito de los Kinks: la maestría literaria de Ray Davies. Mientras avanzan las canciones podemos apreciar como va elevándose del estandar romántico/existencial de Lennon y McCartney, de Jagger o de Townshend (The Who). Apenas unos meses desde "You really got me", The Kinks empezaban a hablar de Inglaterra y de sus habitantes. “A well respected man” (1965) es un hombrecito gris que se levanta a hora, que respeta a su jefe y no se despega de su madre. “Dedicated follower of fashion” (1966) ironiza sobre los moda (¿y los "mods"?) y la contradicción de individualizarse vistiéndose como todos. Pero la clave está en “I not like everybody else” (1966), un amargo y temprano manifiesto de Davies sobre sus ganas de separarse del colectivo y mirar la fiesta desde lejos.
Y estos deseos efectivamente se reflejaron en canciones como la grandiosa “Waterloo sunset” (1967) o "Village green" (1968) donde se narra el regreso desde la ciudad al campo y comprobar con horror que "los recuerdos están llenos de turistas estadounidenses". Tampoco hay que olvidar "Lola" (1970), una delirante historia sobre un tipo que conoce a una mujer que "abrazaba demasiado fuerte para serlo".
Discos 4, 5 y 6: De vuelta a la raíz americana
El último hito en The Kinks es el que se contiene entre el cuarto y sexto volumen de esta colección. Su vuelta a las raíces estadounidenses y su giro hacia el rock de arenas, o sea de estadios bajo techo. “¿Era necesario sonar como Dire Straits?”, se preguntaba un crítico del Observer inglés. Sin embargo esta última evolución es perfectamente defendible, considerando que The Kinks corrió siempre solo. “Celuloid heroes”, “Misfits”, “State of confution” y, sobretodo, “Rock and roll fantasy”, son extraordinarios estudios sobre la “americanización” de la cultura y el fin de la inocencia.
Es esta mirada entre nostálgica y amarga de Ray Davies y su sincero acercamiento a la raíz estadounidense lo que redime el último capítulo de esta antología. Como si The Kinks, actualmente desactivados, fuesen al rock lo que Clint Eastwood al cine: activistas de los tiempos perdidos, pero que no por eso renuncian a la dureza. Porque desde los '60 que la banda insiste en riffs, letras y estribillos acerca de que éste no es un mundo hecho para los viejos.
—JC Ramírez Figueroa