PARIS.- Santa Margarita es la bella Lucrezia, monja augustina, y el joven Tobías el hijo de sus amores con el pintor, también él monje, Filippo Lippi: el arte del Renacimiento y los escándalos de alcoba se mezclan en una exposición que abre el miércoles en el Museo del Luxemburgo de París.
La muestra "Filippo y Filippino Lippi, el Renacimiento en Prato" presenta del 25 de marzo al 2 de agosto próximo medio centenar de cuadros y esculturas procedentes de varias instituciones de Prato, ciudad toscana situada cerca de Florencia. Algunas de las obras son expuestas por vez primera fuera de Italia.
El arte de los siglos XV y XVI es presentado a luz de las obras de los Lippi, Filippo y su hijo Filippino, que fueran respectivamente maestro y alumno de Sandro Botticelli. Las vidas de ambos fueron signadas tanto por el talento como por el escándalo.
"Quisimos mostrar cómo esa pequeña ciudad de provincia fue una especie de microcosmos en el que se desarrolló un arte vivo", que atraía pintores y arquitectos de la ciudad vecina, como Paolo Ucello o Donatello, que construyeron o decoraron sus edificios, declaran las curadoras de la exposición, Maria Pia Mannini y Cristina Gnoni Mavarelli.
Entre los artistas más ilustres venidos de Florencia figuraba el monje carmelita Filippo Lippi, llegado a Prato en 1450. "Tenía 50 años y era ya un artista célebre", señala Mannini. La madre superiora del convento de Santa Margarita fue una de las personas que le encargó cuadros.
Filippo Lippi empezo pintando "La Virgen del cinto", que puede admirarse en el centro de la exposición. Entre tanto, el artista se enamoró de la mujer que le servía como modelo para pintar a Santa Margarita, una bella monja de 17 años de edad, llamada Lucrezia.
Lippi la secuestró y tuvo dos hijos con ella, Filippino y Alessandra. Varios años después, la religiosa volvió al convento, se dice que atormentada por los remordimientos.
"Es un cuadro emblemático, un vínculo entre la obra y la vida", dice Mannini. El artista no cesó de repetir el rostro de su amada en sus cuadros. Lippi "cambió la iconografía de la representación de la Virgen con el niño", inspirándose en los decorados de la vida cotidiana y dándole humanidad, explica la curadora.
Su hijo Filippino aprendió de él, con una "belleza más reflexionada".